El pincel del guayaquileño Theo Constante Parra, de 71 años, ha tocado todos los estilos y técnicas de la pintura, ya sea porque a él le llamó la atención experimentar en la plástica y porque su actividad como maestro, ya desde hace cinco décadas, se lo exigió.
Sin embargo, él se confiesa un artista de lo abstracto, vertiente en la cual las líneas y colores se fusionan para buscar una forma y contenido particular en la mente de quien observa sus cuadros, añade.
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Theo incursionó en la escultura, inicialmente lo hizo como una manera de rescatar en tres dimensiones el rostro de quienes elaboró un retrato. Luego hizo bustos y monumentos como el de Pedro Carbo y Eloy Alfaro para la Universidad de Guayaquil; el de Andrés Gómez, Jorge Delgado, Alberto Spencer, y otros que se ubican en el Polideportivo Huancavilca; y el de Julio Jaramillo, en la 29 y Oriente.
Asimismo, ingresó en el muralismo y realizó uno para el Museo Antropológico del Banco Central (Antepara y Nueve de Octubre); otro para la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad de Guayaquil; y 16 trabajos que forman parte de uno de los puentes de la Av. Veinticinco de Julio y Vicente Trujillo.
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El artista estudió en el Colegio de Bellas Artes y obtuvo una beca sobre un diplomado en artes plásticas en la Academia San Fernando en Madrid (España). Recuerda que cuando empezó su carrera formal en el arte, en la década del sesenta, con su amigo el pintor Luis Miranda recorría el Malecón para pintar a los pescadores, habitantes del cerro Santa Ana y paisajes que había alrededor. “Los gringos veían cómo hacíamos las acuarelas y las querían comprar, así vendí mis primeros trabajos entre $ 20 y $ 50”, comenta Theo.
Con esas primeras ganancias adquirió más material para elaborar otros cuadros. El escritor Pedro Jorge Vera, a quien le hizo un retrato, le escribió: “No sé si felicitar al pintor o al poeta”. En su familia, una de sus seis hijos, Helen, siguió con ímpetu sus pasos en la plástica, y 3 de sus 17 nietos sintieron inclinación también por el arte.
Comenta que su primer maestro fue su padre, Teobaldo Constante García, quien también fue artista plástico. Tuvo otros referentes por seguir como Hans Michaelson, de quien aprendió el manejo del color; Alfredo Palacio, quien le enseñó la valentía y cariño para manejar el barro; Rafael Rivas, quien le instruyó en la composición de las formas; y Marcos Martínez, de quien aprendió a mantener la dignidad de ser pintor.
Theo ganó un sinnúmero de premios en el país, pero “el premio Eugenio Espejo –que lo recibe hoy– es el mejor de todos”. Lograrlo le significa seguir siendo responsable con su carrera que la ejercerá “hasta que mis ojos puedan ver y mis manos trabajar”.
APUNTES
PREMIACIÓN
Hoy, a las 11h00, en el salón Amarillo del Palacio de Carondelet en Quito, se entrega el Premio Nacional de Cultura Eugenio Espejo, que este año fue otorgado a Theo Constante Parra, Luis Enrique Fierro, Rodolfo Pérez Pimentel, Rodrigo Cabezas Naranjo y la Academia Ecuatoriana de la Lengua.
HOMENAJE
El próximo 21 de febrero se le realizará un homenaje a Theo Constante. Informes: 223-6259.