En las librerías ecuatorianas es posible encontrar en estos días, cinco y seis de los principales títulos de este escritor chileno, que también es cineasta.
Alejandro Jodorowsky ha vuelto como una avalancha. Durante el 2005 no solo que apareció el segundo volumen de su biografía El maestro y las magas, sino también un pequeño tomo de poesía, Yo, el tarot, y la editorial Siruela comenzó a inundar los mostradores con la reedición de gran parte de su obra.
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La avalancha llegó al Ecuador. En las librerías ecuatorianas es posible encontrar en estos días, cinco y seis de sus principales títulos, en una auténtica “jodoromanía” (Jodo le llamaban sus amigos en Chile), que es el modo como este autor chileno de setenta y seis años y automarginado del boom y de otros clubes de autores latinoamericanos, ha buscado seducir e impresionar a los lectores.
Allí están, además de los dos títulos del año pasado, libros como La vía del tarot -manual ilustrado con los colores originales restaurados- (2004), El niño del jueves negro (2004), Psicomagia (2004), El dedo y la luna (2004), El tesoro de la sombra (2003), La danza de la realidad -primer volumen de su autobiografía- (2001), Donde mejor canta un pájaro (2001) o El paso del ganso (2002).
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¿Cómo clasificar la obra de Jodorowsky? En cada libro se turnan cuentos, sentencias, fábulas, recetas chamánicas, reconstrucción de mitos y de magias. Entre telones, siempre están evocaciones personales, su infancia y la relación con la magia desde entonces.
“Para mí la literatura es sanación. Intento hacer una literatura que no solo sea de autoafirmación sino que ayude a los demás.
Iniciática”, declara Jodorowsky, creador de un microgénero que llamó psicomagia y que es una confluencia de literatura, psicoanálisis y magia… “Referir los hechos cotidianos, familiares, a su contenido mítico”, afirma.
Jodorowsky, precursor de los happening y tardío surrealista, fue el inspirador de uno de los movimientos que intentaron renovar la literatura y particularmente el teatro, desde los márgenes. A fines de los 1950 creó el llamado “teatro pánico” con el español Fernando Arrabal, quien se convertiría desde su exilio en París en el mordaz difamador de la dictadura de Francisco Franco.
Este movimiento inspirado en el dios Pan y que tuvo como coordenadas el terror, el humor y la simultaneidad, acabó diluyéndose en la literatura provocadora tanto de Arrabal como de Jodorowsky, mientras otros autores chilenos de la ruptura de los cincuenta y sesenta, se convertirían en los consagrados de una literatura más ajustada a los cánones: José Donoso, Jorge Edwards o Enrique Lihn.
La crítica chilena Díaz Sanhueza describe a “Quien solía (en su Chile natal) escribir poemas entre cajas de calcetines”, recordando sus inimaginables oficios: “escritor, filósofo, actor, marionetista, dibujante, guionista de cómics, mimo, maestro del tarot, psicomago y, por supuesto, cineasta”.
“Sus filmes –escribe Díaz Sanhueza– son caleidoscopios que integran sus sueños, sus experiencias, y los símbolos resultantes de arduas investigaciones para llegar al inconsciente del espectador”. Sanhueza lo cita de la revista Penthouse diciendo: “Yo hablo con mi inconsciente a tu inconsciente. Es otro tipo de lenguaje (...) Cuando te sientas conmigo a ver la película, lo que estoy haciendo es poner tus símbolos en la realidad. Todos nosotros tenemos en nuestro inconsciente símbolos. Lo que estoy tratando de hacer cuando uso símbolos es despertar en tu inconsciente algún tipo de reacción”.
Hijo de emigrantes rusos, Jodorowsky emigró a su vez y no volvió a Chile sino en la última década del siglo XX. Se inició en el cine en México y hoy vive en París escribiendo, frenético, tiras cómicas o guiones de cine.
Tal vez, la crítica latinoamericana no le dedique muchas páginas. Siempre será, sobre todo un “fenómeno de librería”, uno de aquellos autores, en cierta forma “exiliados” de territorios geográficos, políticos o literarios, que busca, a partir de la sorpresa o el escándalo, afectar la curiosidad de los lectores, procurando, sin embargo, estar siempre en el límite de la política y de la actualidad, con un pie en la noticia y la tendencia de moda y otro pie en lo recóndito de sus lecturas de la magia, de Carl Jung o de Gurdieff.