La   edición de bolsillo de  El diario de El Chavo del Ocho circuló a mediados del 2005 en México. Se  consigue  en las librerías ecuatorianas. Hay detalles sobre el origen de El Chavo y sobre la vecindad. ‘El Chavo del Ocho’ ha permanecido por más de tres décadas en la televisión latinoamericana. Muchos  de los que crecieron viendo esta producción de factura mexicana, de la autoría del     actor y productor Roberto Gómez Bolaños, incluso incorporaron a su vocabulario    frases utilizadas por El Chavo,  como por ejemplo:  ‘se me chispoteó’, ‘fue sin querer queriendo’ o ‘es que no me tienen paciencia’.

Pero alguien sabe   ¿quiénes son los  padres de  este niño de apariencia indigente y poseedor de  una  conmovedora ternura?,   ¿el barril es su único hogar?  Esas inquietudes, que quizá   rondan la cabeza de un gran número de personas, se despejan en el libro El diario de El Chavo del Ocho, que originalmente Gómez Bolaños publicó en 1995 y que a mediados del 2005 reeditó con el sello    Punto de Lectura.

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Pese a que se lo presenta como El diario de El Chavo, el autor es Gómez Bolaños, que es a su vez el creador  del  personaje de ficción que vive en la vecindad y que tiene  entre sus amistades a la Chilindrina, Kiko, la Popis, Ron Damón, como le dice a Don Ramón, y otros.

El libro, de 166 páginas, se estructura  de la siguiente forma: un  prólogo de Gómez Bolaños, la narración en primera persona realizada por  El Chavo y un texto  escrito por Florinda Meza. Al inicio el autor  mexicano  refiere  su encuentro con El Chavo. Dice que sucedió  en la calle, cuando  el niño le ofreció lustrarle  los zapatos. Al terminar el trabajo,  el pequeño  dejó olvidado un viejo cuaderno. Él lo abrió y se dio cuenta de que era una especie de diario. Decidió publicarlo.

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En la página 11 le da paso a la voz de El Chavo. Y este cuenta su origen: es hijo de  madre soltera. Ella  trabajaba, por ese motivo  lo dejaba en una guardería, de donde lo recogía todos los días. Pero una tarde  no regresó más.

El niño pasó a vivir   en  un orfanato. En ese lugar sufría  porque a menudo era castigado por una señora muy brava. Se quería escapar, pero no podía. Sabía que no era lo correcto. Hasta cuando  la señora le preguntó que por qué lloraba y le contó su deseo. Esta le respondió: ¡Haberlo dicho antes! y de inmediato  le abrió la puerta.

El Chavo deambuló por las calles. Conoció a otros niños huérfanos al igual que él  y los peligros que hay en la ciudad. Un día llovió  muy fuerte    y para protegerse ingresó a una vecindad.  Una anciana, que vivía en el departamento número ocho,  lo acogió. Se quedó a vivir con ella. Pero la señora murió y pronto  llegaron otros inquilinos, por lo cual    tuvo que marcharse. Para entonces  la vecindad entera conocía  al niño ya como ‘El Chavo del Ocho’.

Todos los  vecinos apoyan  a    El Chavo. Una noche duerme en una casa; otra, en otra. Así transcurre su vida. Al barril se introduce cuando quiere estar solo,  meditar o refugiarse. Lo que no revela es su verdadero nombre ni la  edad, pues no la sabe con exactitud. Señala  que tiene como 8 años.

El Chavo narra también su día a  día en la vecindad y sus vivencias con los personajes que la integran. Lo hace con  un lenguaje coloquial, fácil.

En este texto está el espíritu de la serie  de televisión, su humor, los caracteres de cada uno,  las  frases que los identifica.  Ese legado que es parte ya de la cultura popular latinoamericana.

Al final, Gómez Bolaños retoma la palabra. Dice que si bien el libro termina, la historia no llega a su fin. Y una de las razones es porque  el diario no está escrito de forma cronológica, lo cual deja abierta la posibilidad a futuros diarios o a continuaciones.

El libro se cierra con un texto de Florinda Meza, que en la vida real es la esposa de Gómez Bolaños. Ella cuenta las satisfacciones que les ha dado esta serie y la aceptación que ha tenido en Latinoamérica y  otros continentes, pues ha sido traducida al italiano y al ruso, por citar dos idiomas.

Complementan el diario unas ilustraciones de los personajes de la vecindad, realizadas por el autor de la serie, en las que demuestra sus habilidades como dibujante.  Y una última revelación: Chente no es un personaje imaginario. Se trata de un niño que El Chavo conoció en el orfanato y fue su mejor amigo. Pero enfermó y murió.

Hojas

FILOSOFÍA
El Chavo del Ocho describe   la felicidad como “cuando uno está contento”. Y Jaimito el Cartero señala que “la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena”.

HUMOR
En El diario del Chavo del Ocho se encuentran textos como este: El profesor Jirafales dice que los primeros que usaron  los caballos fueron los chinos, pero La Chilindrina dice que no, que antes los usaron las yeguas.

ANÉCDOTA
Florinda Meza  cuenta que hace años, durante una de las presentaciones públicas que hizo  el elenco de ‘El Chavo del Ocho’ en Buenos Aires, se acercó un hombre que deseaba tomarse una foto al lado de El Chavo. Aseguró que “dentro de un par de años esa fotografía ocuparía un lugar destacado en la Casa Rosada, residencia oficial del gobierno argentino”. Ese hombre se llamaba Carlos Menem.