La primera columna del 2006… oportunidad para desear lo mejor a los lectores y unirnos en el ferviente deseo de que nuestra televisión sea mejor y acorde con el país distinto que muchos deseamos construir para nuestros hijos.
¿Qué se entiende por una TV mejor? Para comenzar, relativizar la dictadura del rating. Que aparte de los estudios de audiencia se realicen y tomen en cuenta análisis de calidad, el impacto en la población (especialmente en los niños), el servicio a la comunidad y responsabilidad social en el diseño de las parrillas de programación.
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Una TV más abierta y democrática. Transparente en sus procesos, donde no se tenga temor de rectificar, donde esté claro bajo qué criterios se aceptan o rechazan propuestas. Donde los jóvenes profesionales que salen de escuelas e institutos de comunicación encuentren un territorio fértil para proponer nuevas ideas y trabajar en ellas.
Unos medios audiovisuales donde escritores, cineastas y TV comiencen a trabajar juntos para dar un salto cualitativo en la construcción de narrativas de calidad, tanto para series dramáticas como cómicas y que se avance hacia programas de “televisión real” distintos, propios, inocentes y familiares.
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A 45 años de la primera emisión televisiva, se nos debe a los televidentes el contarnos esa porción de nuestra propia historia (personal y colectiva). En las pantallas extrañamos que se muestre y se reflexione sobre lo que ha sido la TV ecuatoriana en estas cuatro décadas y media.
Cruzamos los dedos en el comienzo del 2006 para que la transmisión mundialista desde Alemania 2006 no sea causa para sentir vergüenza ajena como fue la de Japón-Corea. Y que al fin los comentaristas futboleros amarren los egos, entiendan que la competencia es sana y además descubran que aparte del fútbol hay decenas de otros deportes.
El televidente tiene su parte
Pero no todos los propósitos están de ese lado de la pantalla. El televidente debe ser más activo para cambiar de canal, apagar el televisor o protestar cuando se sienta agredido por lo que ve en la mal llamada “caja boba”.
Por supuesto, todos los deseos de año nuevo implican algo clave: que al fin la telebasura sea puesta en su lugar, por la audiencia y las televisoras.
Sobre todo, el 2006 debe ser un año en el cual se entienda que los niños es un público importantísimo para la televisión; lo cual supone cambiar las concepciones de lo que debe ser una programación de TV para ellos. Y significa, también, que los padres toman un papel más activo en el control de lo que sus hijos ven.