No es especialmente inteligente, ni siquiera “cool”. Quizás por eso es tan maravilloso que el oso Winnie the Pooh, ese adorable fanático de la miel, disfrute todavía de una enorme popularidad mundial 80 años después de su “nacimiento” en Londres.
La Nochebuena de 1925, los padres de familia londinenses llevaron a sus casas el diario vespertino Evening News. En su interior hallaron un cuento para sus niños que leyeron esos días de Navidad. Era la primera historia publicada sobre Winnie the Pooh, tal como fue bautizado el pequeño muñeco de peluche por el escritor Alan Alexander Milne (1882-1956).
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La fábula nació tras una visita que efectuó el creador del muñeco con su hijo Christopher de cuatro años al zoológico de Londres. Durante su estancia en el lugar, padre e hijo se encariñaron con un oso que había sido donado al establecimiento por el capitán del ejército canadiense y veterinario Harry Coleburn durante la Primera Guerra Mundial, y que había sido bautizado Winnipeg en recuerdo de la ciudad natal del capitán.
“Desde la primera historia fascinó a generaciones, llevó alegría y consuelo a incontable cantidad de niños y halló un gigantesco círculo de amigos en todo el planeta”, afirma la británica experta en Pooh Cindy Rose, de Walt Disney.
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Estos estudios, que ya hace tiempo poseen los derechos sobre el simpático osito, quieren festejar durante casi un año el cumpleaños de Pooh con otra fecha aniversario en el otoño boreal de 2006.
El 14 de octubre de 1926 se publicó en Londres el primer libro sobre Pooh basado en los cuentos breves publicados en el periódico. Desde entonces, se han vendido cerca de 30 millones de libros sobre el famoso oso alrededor del mundo.
Sus aventuras en el “bosque de los cien acres” pueden ser leídas por niños y adultos en más de 40 idiomas.
Pooh es tan querido en Rusia como en Estados Unidos. Es el mejor amigo de los pequeños chinos como también de los niños de Israel o Alemania.
Las historias que protagonizan Pooh y sus amigos Tigger, Piglet, Igor, Conejo, Búho y Cangu –y por supuesto el niño Christopher Robin– son pequeñas y poco espectaculares. Los psicólogos infantiles afirman que la receta del éxito está en que los pequeños protagonistas ayudan a los niños a resolver sus propios dilemas.
Piglet pone nerviosos a sus compañeros de tropelías con su temor a los desconocidos y peligros imaginarios, tomados de la vida real tal como la vanidad con que Tigger vive sus días o la impertinente sabiduría de Conejo y el abatimiento de Igor.
También aportan fascinación las hermosas ilustraciones de Ernest Shepard.
Disney también festejará otro aniversario en los próximos meses: en 1966, o sea hace casi 40 años, se estrenaron las primeras películas de dibujos animados sobre las historias de Pooh, las cuales contaron con un público entusiasta.
La inspiración de Milne para su primer cuento –y muchos de los posteriores– sobre Winnie the Pooh se la debe también a su hijo Christopher y su oso de juguete llamado Edward. El nombre Winnie proviene, además, en tanto del apodo con que había sido bautizada una cría de oso en el zoológico de Londres.
Los fanáticos de Pooh no solo coleccionan libros y figuras, también organizan cada año caminatas por el “bosque de los cien acres” (Ashwood Forest) en la campiña de East Sussex, en el sur de Inglaterra, donde la familia Milne poseía una pequeña casa de campo.
Y han convertido también casi en un santuario el puente de madera, renovado hace algunos años por los seguidores del osito, desde el cual Christopher y Pooh arrojaban ramas al agua.