La industria de la televisión y el espectáculo es una de las más rentables y con mayor capacidad de impacto. Hay decenas de ejemplos de esto. Desde Menudo, a mediados de la década del ochenta hasta Erreway (el producto “musical” de la telenovela argentina Rebelde way). Aun el gigante del entretenimiento familiar, Walt Disney, incursiona en el segmento de telenovelas juveniles con su Floricienta.
En Rebelde estamos ante un clarísimo producto de marketing. Detrás del fenómeno está Pedro Damián. Un actor con una carrera desigual que incluye apariciones en Gringo viejo, Daño colateral, Showtime o Amar te duele. Damián se ha convertido en el productor paradigmático de las teleseries para adolescentes. En su carrera aparece, por ejemplo, Clase 406.
Publicidad
Basta revisar el currículo de una de las integrantes de RBD, Dulce María, para entender que hablamos de una industria con todos sus eslabones engranados: Inició su carrera cuando era muy pequeña haciendo comerciales para televisión. A los 8 años participó en el programa infantil ‘Plaza Sésamo’, poco tiempo después ingresó a ‘El Club de Gaby’. Como cantante tuvo sus inicios con Kids. Ingresó al grupo Jeans. En el 2002 se incorporó al elenco de ‘Clase 406’. Ha intervenido en telenovelas como Retrato de familia (1995), Alondra (1995), El vuelo del águila (1996), Huracán (1998), DKDA Sueños de juventud (1999), Primer amor... a mil por hora (2000), Locura de amor (2000), Siempre te amaré (2000).
Entonces, ¿qué es ser ‘Rebelde’? Poco más que nada. Es algo que en la televisión se vuelve tan falso como los tatuajes de los integrantes de RBD.