Sin embargo, con el crecimiento de la población, su impacto negativo en el medio ambiente ha alcanzado proporciones alarmantes, al convertirse en una fuente significativa de emisión de gases que aportan al fenómeno del calentamiento global del planeta.

Lamentamos mucho, por eso, que no se hayan estudiado formas alternativas que permitan adaptar la costumbre de quemar muñecos, conservando su aspecto positivo, pero poniendo fin a su carácter contaminador. Tampoco se ha hecho lo suficiente para erradicar la costumbre de usar explosivos de fabricación casera, que ponen en peligro vidas y bienes.

Una de las pocas disposiciones adoptadas hasta ahora ha sido la de prohibir la quema de los viejos en ciertas áreas de la ciudad. Es muy importante insistir en esa resolución ahora que se acerca la fiesta del 31 de diciembre y difundirla ampliamente, al mismo tiempo que continúan los operativos contra la fabricación y venta de explosivos ilegales.

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Y ojalá que los especialistas en folclore no demoren en aportar ideas para recrear una costumbre que no debe morir, pero sí debe adaptarse a los tiempos.