Los guerreros de Siam, una réplica escultórica en terracota que donó la República Popular China, y La muerte de Túpac Amaru, escultura de metal del artista peruano Víctor Delfín, pasaron desde ayer a formar parte de la colección plástica que se exhibe en la Capilla del Hombre, obra ideada  por el maestro Oswaldo Guayasamín.

Al mediodía,  cuando el sol apuntaba  a un centenar de asistentes a la Capilla, se inició la ceremonia de conmemoración del tercer aniversario de esta.  El acto también fue aprovechado para la firma de entrega y recepción de las obras por parte del hijo del maestro Guayasamín, Pablo;  de Luis Merchán, embajador de Perú; y de Liu Yukín, embajadora extraordinaria y plenipotenciaria de la Embajada de China Popular.

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La escultura de  Delfín, trabajada en metal dentro de la misma Capilla por el artista peruano, representa la tortura a la que fue sometido Túpac Amaru, un héroe de la resistencia indígena de Perú, ante la conquista española.

En cambio, Los guerreros de Siam,  un general y un soldado, realizados en cerámica, son iguales a las cerca de 8.000 piezas que reposan en China y que datan de hace 2.000 años. Estas piezas, de acuerdo con la embajadora china, fueron encontradas cerca de la tumba del emperador. 

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También se oficializó la entrega de cien paneles fotovoltaicos por parte de la empresa europea Isofotón. Con esta donación se podrá mantener la denominada ‘llama eterna siempre encendida, en el subsuelo de la Capilla, en recuerdo al desaparecido pintor. Desde hace tres años para mantenerla viva se necesitaba una permanente corriente eléctrica. Sin embargo, mediante esta innovación, solamente con la luz solar se abastecerá  la ‘llama eterna’ y toda la Capilla.

Bajo las celdas fotovoltaicas también se pudo apreciar ayer una estructura metálica que cubre al museo de sitio de la cultura Guangüiltagua. Estas piezas se las halló a pocos metros del complejo de la Capilla del Hombre, el 10 de marzo de 1999. En esa fecha murió  Guayasamín y sus parientes cuentan que les sorprendió y conmovió la coincidencia de que ese  día un trabajador del lugar descubrió una vasija de barro. La vasija era como una señal emblemática del pintor que siempre buscó rescatar sus raíces indígenas.