El proceso para elegirlos fue tan mal llevado, tanto por el Ejecutivo como por el Congreso, que la impresión que le queda a los ciudadanos es que se trató de un nuevo toma y daca, de una nueva negociación, pero no de esas que son inevitables y saludables en democracia, sino de aquellas que algo secreto pretenden.

No acusamos a las nuevas autoridades del BCE. Es posible, incluso, que ellas estén decididas a realizar de la mejor manera su altísima función. Es lo que más quisiéramos.
Pero en política las impresiones cuentan mucho, aunque lamentablemente a algunos dirigentes políticos eso poco les importa.

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Todo esto hará más difícil la responsabilidad del nuevo directorio del Banco. Además de esforzarse por cumplir sus tareas técnicas con eficiencia, tendrán que poner especial empeño para demostrar su absoluta independencia política y su actitud transparente.

Se ha dicho que poco o nada es lo que el Banco Central debe hacer en un país dolarizado. No coincidimos. El solo hecho de que esté encargado de evaluar la marcha de la economía es una enorme responsabilidad que unas cuñas mal hechas no han sabido explicar.

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Le toca al nuevo directorio demostrar fehacientemente que está a la altura de tan alto encargo.