Madonna vuelve a sus raíces dance, al ritmo alegre y festivo que la alzó al Olimpo de la música en los años ochenta con su nuevo disco, Confessions on a dance floor, que aparece hoy  en todo el mundo menos en  Estados Unidos y que termina con las veleidades políticas de su último trabajo.

“¡Quiero que todo el mundo salte de su silla! Mi disco está hecho para disfrutar a tope”, asegura la estrella estadounidense.
Mujer fatal, amante madre, actriz, cantante, escritora, sagaz empresaria y seguidora de la kábala, una corriente mística judía, Madonna ha construido su carrera artística sobre su capacidad para adaptarse a cada época que le ha tocado en sus 47 años de vida.

Pese a haber vendido casi 200 millones de discos en toda su carrera, los discos de Madonna han ido disminuyendo sus ventas a medida que ella ganaba años.

Publicidad

Así, solo en Estados Unidos, Like A Virgin (1984) vendió 10 millones de  unidades, Ray Of Light (1998) 3,7 millones y Music (2000) 2,9 millones.  American Life (2003), su último álbum, solo vendió en todo el mundo 5 millones de copias.

En este último, con una Madonna con una gorra a lo Che Guevara, la cantante denunciaba la guerra y la superficialidad del mundo.

Sin embargo, ahora consciente de que ese ‘compromiso’ fue perjudicial para su bolsillo, Madonna ha vuelto a una fórmula más básica y festiva.

Publicidad

Confessions on a dance floor denota, por tanto, una vez más, su capacidad para adaptarse al momento actual.

Y debido a que los años ochenta son todo un éxito en este comienzo del siglo XXI, Madonna se ha sumado a la moda y, con la ayuda de un experto en el ‘reciclaje’ del sonido de los ochenta como el británico Stuart Price, ha hecho un disco apto para bailones.

Publicidad

La operación ‘vuelta a los 80’ va acompañada de un cambio de imagen de Madonna, que tanto en el video de lanzamiento como en la portada del disco aparece con un body rosa muy a los años ochenta.

Antes de la salida del disco, uno de los temas, titulado Isaac, ha provocado las iras de los rabinos kabalistas, que se oponen, porque la ley judía prohíbe usar el nombre para obtener beneficios.