Se llama Ulf, es sueco, no tiene intimidad con el balón, pero por sus venas corre sangre azul de futbolista, de un futbolista brasileño conocido como Garrincha.

“Ulf es todo él. Su rostro, la boca, la nariz. Es como mi padre era en vida”, dijo Rosángela, una de las diez hijas reconocidas por Garrincha, el  Ángel de las piernas torcidas, el hombre que con sus regates endiablados dio dos títulos mundiales a Brasil en 1958 y 1962, y las mejores glorias al Botafogo.

Moreno, de 1,72 de estatura, Ulf Lindberg Henrik es fruto de una aventura amorosa de Manoel Francisco dos Santos durante una excursión del Botafogo por Suecia en 1959.

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Llegó a Río de Janeiro el lunes pasado en compañía de uno de sus cuatro hijos, Martín, de 16 años, con la intención de conocer su otra familia.

Ulf es uno de los cuatro hombres reconocidos como hijos por Garrincha. También es el único sobreviviente, pues los otros tres fallecieron en circunstancias trágicas.

A su llegada a Río de Janeiro Ulf y Martín fueron recibidos por Rosángela y Marcia, dos de sus hermanas.

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Besos, palabras suecas entrecortadas, temblorosas expresiones en portugués, abrazos y un intérprete en dificultad para resumir los mensajes a los cuatro interlocutores.

“Quedé tan emocionada al verle que no tuve palabras.
Recuerdo que el intérprete me indicó que Ulf nos decía: “Lo mejor que me ha ocurrido es verlas aquí”, expresó Rosángela, hija de Alcira, una de las tantas mujeres que amaron al mejor puntero derecho de la historia del fútbol mundial.

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El sueco, de 46 años, pretende conocer esta semana a sus otras ocho hermanas. El encuentro será en Pau Grande,  tierra natal de Garrincha, vecina a Río de Janeiro.

Cada paso de Ulf, cada gesto de sus hermanas son registradas desde el lunes por las cámaras del cineasta sueco Lasse Westman, director de un nuevo documental sobre el hombre que con su magia futbolística fue reverenciado en las décadas de los  50 y 60 como “alegría del pueblo”.

El filme será lanzado durante el Mundial de Alemania.

Desde su arribo a Río de Janeiro en compañía del joven Martín, el hijo sueco de Garrincha ha sido el  centro de atenciones de los nostálgicos del fútbol.

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Con un balón siempre al alcance de los pies, se paseó por la playa de Copacabana, subió al cerro del Pan de Azúcar, conoció las reliquias de la historia gloriosa del fútbol brasileño y visitó “la oficina” preferida donde trabajaba su padre: el mítico estadio Maracaná.

Martín, que como su padre no habla portugués ni conocía Brasil, es la única esperanza de la familia Lindberg para preservar la estirpe futbolística que fundó su abuelo.

Juega en el Halmstad, uno de los más populares clubes de Suecia y por la forma de dominar el balón, da la sensación que tiene cadencia, talento. Pero no tanta como la que derrochó su abuelo.

PARA ANOTAR

GRANDEZA RECONOCIDA
“Hace muchos años sabía que él (Garrincha) era un grande del fútbol mundial. Pero solo ahora me doy cuenta del tamaño de su grandeza”, dijo Ulf Lindberg, el hijo sueco de Garrincha.

MÁS FANTÁSTICO QUE PELÉ
Al visitar el Museo del Fútbol, establecido en el estadio Maracaná, el hijo y el nieto de Garrincha no lograron contener su emoción. “Pelé fue más completo. Mi padre, más fantástico”, dijo Ulf ante una foto histórica de los dos ídolos del balompié brasileño y universal.

MALABARISTA DEL BALÓN
“El juego de Garrincha era una mezcla de futbol, circo y malabares con el balón. Era casi imposible pararlo cuando salía inspirado”, describió Mario Zagallo, su compañero en los títulos mundiales obtenidos  en Suecia (1958) y Chile (1962).

MUERTE EN LA POBREZA
Garrincha es el nombre de un pájaro bastante feo, que vive en las selvas del Mato Grosso. Ese sobrenombre se lo puso uno de sus hermanos. Garrincha murió en la pobreza el 20 de enero de 1983 debido a problemas  causados por el alcoholismo.