En 1917, cuando se graduó de médico, era un joven apasionado por lo aristocrático, la equitación y la esgrima. Comentan que en Lima empezó a dividir su primer apellido en dos, porque le pareció más aristocrático.En 1951, el reino de Nápoles le concedió la Orden Militar y Constantiniana de San Jorge, al año siguiente solicitó permiso para construir su castillo, pero unos concejales le exigieron dinero, se enojó e hizo circular una hoja volante con el siguiente encabezamiento: El Caballero de las Espuelas Doradas a sus nobles brutos.Recién en 1959, sobre un solar de 400 metros cuadrados, comenzó a construir su castillo. Un palacio de estilo medieval hispano-romano a un costo de cinco millones de sucres, cantidad onerosa para la época, la cuantía final fue superior.La gran noche de José María Ala-Vedra y Tama fue el domingo 16 de junio de 1962. A las 21h00 fue condecorado como Caballero Gran Oficial de la Orden Ecuestre y Pontificia del Santo Sepulcro de Jerusalén, y las 22h00 se realizó la bendición e inauguración de su castillo.Anécdotas y blasones Para enmarcar a este personaje y su castillo es necesario saber que su padre Ángel Miguel Alavedra y Moreira hizo fortuna con una empresa de abromiqueros.Ante la carencia en Guayaquil de alcantarillas de aguas servidas, los abromiqueros al grito de “¡Cambio!” visitaban las casas abonadas al servicio y cambiaban los toneles llenos de excrementos por otros limpios y vacíos.Barriletes que eran descargados en una quebrada del sur de la ciudad. Por dicho origen, cuando Ala-Vedra y Tama se daba aires aristocráticos, el pueblo raso le gritaba: “A Lord Caca”. Y como hasta Dios necesita de campanas, nuestro doctor no se quedaba atrás a la hora de promocionarse.En EL UNIVERSO del 18 de diciembre de 1949 se lee: “Dr. José Ala-Vedra y Tama. Calle Colón 211-215. Telf. 1905. Oficina: 2 a 6. Medicina y Cirugía. Oído, nariz, garganta. Arteriosclerosis, corazón, riñones. Piel, venéreas, sífilis. Extírpense callos, manchas, lunares. Paludismo, gripe, disentería; tuberculosis; inyecciones de gas con el aparato Kues, parálisis, atrofias, beri-beri”.Y seguía: “Tumores, temus, epiteliomas, cáncer, fibromas, hemorragias uterinas. Rayos: X, infrarrojo, ultravioleta, radioterapia profunda con filtros. Electricidad: galvánica farádica alternativa, baño de cuatro células. Alta frecuencia diatérmica, orgonvalización, condensación, efluvización, chispiación, coagulación. Masaje; vibratorio rotativo contusivo. Aerotermoterapia. Equipo Bier para pulverización, succión, anestesia, etcétera”. Después de leer lo ofertado, diríase hoy: ¡Llama ya!En 1951 causó revuelo al anunciar en los diarios EL UNIVERSO, La Prensa y La Nación, su genial descubrimiento: la Litolisina, fórmula magistral cuya sola ingestión, en un lapso no mayor de dieciséis horas provocaba el ablandamiento y expulsión de los cálculos biliares.Aunque sus colegas no le dieron crédito, su consultorio se llenó de esperanzados y adoloridos pacientes.La noche del castilloEn 1962, EL UNIVERSO y revista Vistazo cubrieron la ceremonia del Palacio Episcopal que fue en latín, música sacra de fondo y lágrimas del Dr. Ala-Vedra que vivía su noche de noches.Él vestía frac, lo acompañaban los Caballeros: Dr. Vicente Norero de Lucca y Giulio Ricci ataviados con capas y espadines al cinto. Y el Secretario, Bolívar Pauta Ubilla, en un almohadón portaba el título y la espada.Posteriormente se desplazó al castillo donde lo esperaban sus invitados del mundo aristocrático, diplomático y de la más alta esfera social. Los mozos servían copas de champaña. Subió por la escalera de mármol cubierta con una alfombra roja, se detuvo, junto a una armadura de plata, a recibir las felicitaciones de rigor. En los bajos del populoso sector de las Cinco Esquinas, la multitud pujaba por ingresar.Cuando los inquilinos del castillo –el doctor había rentado algunos departamentos- se asomaron a las ventanas enrejadas, la plebeya jorga gritó burlona: ¡Suelten a los presos! ¡A tomarse la Bastilla! ¡Viva Lord Caca! Fue la noche del castillo.La mañana que visito al castillo, creo escuchar esos ecos. No he llegado a asaltar sus torres y blasones, sino a fotografiarlo. Buses y carros pasan raudos por las calles Colón y Noguchi. La jauría humana transita por los bajos de la fortaleza. La puerta 101 de la Colón aún luce el antiguo letrero dorado en letras verdes: Doctor Ala-Vedra, Medicina-Cirugía, Electricidad-Rayos. A un costado, un letrero de cartón, escrito a mano, sobre el muro del castillo ofrece: Se vende arroz por quintal. Ahora el castillo Ala-Vedra, a más de prestar servicio de garaje, es ocupado por almacenes, consultorios, oficinas y departamentos. Tal vez podría ser un atractivo museo.José María Ala-Vedra y Tama murió de sus ochenta y pico de años, dejó una fortuna en solares, covachas, joyas y un excéntrico anecdotario. Su castillo de las Cinco Esquinas lo inmortaliza. ","isAccessibleForFree":true}
Si uno camina por Guayaquil, hasta castillos encuentra al paso. En pleno Barrio del Astillero, en Eloy Alfaro y Venezuela, se levanta el castillo del español José Martínez de Espronceda, quien fue propietario de cola Fox. El castillo, que luce dos escudos nobiliarios, actualmente está dividido en departamentos.