Nuestro cuerpo es nuestra máquina y somos responsables de cuidarla, mantenerla y hacerla producir.

Cualquier tipo de actividad en cualquier parte del universo requiere la misma operación básica: el intercambio de energía entre una estructura y otra. Cada organismo vivo tiene su propia organización de reserva y uso de energía. Es así como el organismo humano no es la excepción. Por eso se compara el cuerpo humano a una máquina.

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Siendo así, ¿quién no se interesaría por el funcionamiento de la máquina que lo sustenta y no quisiera saber cómo marcha, qué cosas le perjudican y cómo puede conseguir que dure más y se averíe menos? Por la delicadeza y valor de nuestra máquina no puede dejarse en manos de un inexperto, sino que es preciso recurrir a los conocimientos de un técnico, el médico.

Resulta enormemente interesante conocer cómo se mueve esta máquina e ir descubriendo qué se debe hacer para mantenerla sana. El conocimiento del cuerpo humano es talvez muy complejo, pero también tan necesario para la vida. Conocer que el esqueleto forma la masa rígida y dura sobre la cual se sustentan los músculos, que son los órganos del movimiento. Que la gran jaula torácica protege al gran motor, que es el corazón, y a los pulmones, que son el carburador de la gran máquina. Que la pequeña jaula craneal guarda la central de comunicaciones. Que nuestros sentidos, vigías siempre alerta, mantienen contacto con el mundo exterior. Todo esto cubierto por la piel que envuelve este cosmos complicado que es el cuerpo humano.

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Entienda un poco mejor ciertas enfermedades que aquejan a nuestro cuerpo. Cuidarse a sí mismo ofrece la recompensa de tener una buena salud y una mayor sensación de bienestar. Buscar la salud es un paso adelante entre ser un hombre sano o un hombre enfermo.