Bonito viaje el de María Teresa Guerrero a Miami para hacer “reportajes” sobre la nueva telenovela de Ecuavisa ‘El cuerpo del deseo’. ¿Qué nos quedó de todo esto? El actor Mario Cimarro se cuidó de decirlo: el tema reencarnación es solo un pretexto para contar una historia de amor. Porque aquel asunto de la apropiación de cuerpos de galanes musculosos suena más a un relato de vudú; pasarlo como “reencarnación” es simplemente descabellado.

Así que gracias a Guerrero nos enteramos de… bueno, en realidad de nada. Que hay la mala, la buena no tan boba, los ‘buenotes’, el cómico… Es decir ‘El cuerpo del deseo’ es una novela tan distinta que todo es igual. Sin embargo, para nuestra tranquilidad, todo tiene el aval de El rey del cotorreo de Telemundo, Mauricio Zeilic, quien dio su certificado de calidad: “La novela tiene tiqui, tiqui”. Los televidentes, extasiados y agradecidos.

La semana pasada, este Diario sacó una nota sobre los constantes cambios de horario de las telenovelas. Una nota reveladora porque la explicación en boca de los ejecutivos de programación y mercadeo de los canales tenía un mismo fondo: “Los cambios de horario obedecen a estrategias comerciales”. Eso nos indica claramente que la última rueda del coche, el último a quien se toma en cuenta es el televidente. El de carne y hueso, por supuesto, no el que es una cifra en el rating:  el ama de casa, el colegial, la empleada doméstica, el oficinista, etc., todos quienes comienzan a seguir  una telenovela y se quedan colgados, en un “videns interruptus”, porque los genios del mercadeo televisivo deciden que una teleserie en tal horario no responde a las expectativas de rating que tenían… ¿Y el respeto que merecen las personas, así sea un solitario televidente?

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Muchas veces, me da la impresión que los programadores de televisión consideran a la audiencia como un atado de conejillos de Indias, sobre quienes se puede experimentar sin más ni más. Si el experimento resulta, bien. Si no, poco importa: se hace otro y ya. Si se quisiera actuar con seriedad, los estudios de audiencia se harían primero, para no equivocarse tanto después. Es más, las mediciones televisivas son tan precisas y se han hecho por tanto tiempo, que a estas alturas desconocer si una telenovela va mejor en tal o cual horario es solo cuestión de saber interpretar las cifras, tener una cierta sensibilidad y dejarse de tanta improvisación.

Las descaradas trampas de la telerrealidad
¿Telerrealidad? ¿Telerrealidad? Me suena. Era algo así como un experimento televisivo de gran impacto que consistía en filmar a personas comunes y corrientes en situaciones límite, como el encerrarse en una casa por varios meses. De hecho ‘Gran Hermano’ era el epítome de este nuevo formato.

En el desdibujado ‘Gran Hermano del Pacífico’, de telerrealidad nada. Todo ha quedado reducido a un chocante montaje donde se manipulan las reglas del juego y los resultados de las tareas,  al gusto y conveniencia de los productores. Un “show” lleno de trampas, pero todas “legales”, pues en el reglamento del programa las manipulaciones se salvan bajo esta fórmula: “Gran Hermano podrá modificar ciertos procedimientos y dinámicas cuando lo considere necesario para el bien del programa y la equidad de oportunidades de los participantes”.  Pero, ¿quién decide cuál es el bien del programa y dónde está la equidad? El ‘Gran Hermano’. ¿Quién es el ‘Gran Hermano’? ¡Vaya programita!

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Y ahí le tenemos a Lorena Meritano, sin inmutarse y con un dejo de solemnidad, anunciando los cambios de reglas, semana a semana. “¡It´s      only TV! Señoras y señores,  continuemos con la alegre comparsa a cargo de Angello Barahona y Paloma Fiuza”… ¿Será que nos creen tontos?