Los muertos de Nueva Orleans, todavía sin contar y dispersos tras el paso del huracán Katrina, se convirtieron este sábado en la principal preocupación de las autoridades, en medio de la esperanza de que la cifra de víctimas fatales pueda ser menor de lo que se temía.

Mientras policías y soldados se preparaban para reanudar la recuperación de cuerpos, muchos de ellos ubicados en casas que se marcaron con pintura para identificar su presencia, la estela de la tormenta política provocada por Katrina se movía desde la Costa del Golfo a Washington.

El presidente George W. Bush invocó el espíritu que unió la nación tras los atentados del 11 de septiembre en la víspera del cuarto aniversario de los ataques, para hacer frente a la crisis causada por Katrina.

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"Hoy América se enfrenta a otro desastre que ha causado destrucción y pérdida de vidas. Esta vez la devastación no ha sido consecuencia de la malicia de hombres malvados, sino de la furia del agua y el viento", dijo en un programa de radio semana.

"América superará esta dura experiencia y seremos más fuertes por ello", añadió.
Tras los atentados del 11 de septiembre del 2001, Bush fue apoyado incluso por adversarios políticos, pero en el caso de Katrina, ha sido blanco de duros cuestionamientos.

Después de la lluvia de críticas sobre el fracaso de Bush y su equipo en responder rápida y adecuadamente al desastre, el jefe de la Agencia Federal de Manejo de Emergencia (FEMA, por su sigla en inglés), fue removido de su cargo el viernes.

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El rol de supervisión de los esfuerzos de recuperación de Katrina serán dirigidos por el vicealmirante Thad Allen, jefe de la Guardia Costera de Estados Unidos.