Estados Unidos se niega a dramatizar ante el fracaso de los iraquíes en la búsqueda de un compromiso sobre su Constitución, que pone en evidencia sus dificultades frente al empantanamiento político, sinónimo de la escalada de la violencia en Iraq.
Oficialmente, Estados Unidos declara que las negociaciones entre las comunidades chiíta, sunita y kurda continúan y dicen mantener la esperanza de que los iraquíes logren un acuerdo, pero en privado algunos diplomáticos admiten el temor de que el proceso desemboque en una guerra civil generalizada.
"Esperamos que logren un acuerdo en los próximos días, somos optimistas", declaró el viernes a la AFP un alto funcionario del departamento de Estado que solicitó conservar el anonimato.
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Pero contrariamente a lo sucedido en los plazos que se habían fijado antes los iraquíes, el 15 y el 22 de agosto, el presidente George W. Bush y la secretaria de Estado Condoleezza Rice se abstuvieron esta vez de pronunciarse oficialmente el jueves sobre la postergación indefinida de una reunión del parlamento iraquí prevista para aprobar el proyecto constitucional.
La única reacción oficial provino de los portavoces de la Casa Blanca y del departamento de Estado, que a coro trataron de minimizar la nueva postergación, congratulándose de los "progresos" logrados por los dirigentes iraquíes y subrayando que las negociaciones continúan.
"Apoyamos lo que hacen", dijo el portavoz de la Casa Blanca Trent Duffy.
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"Los alentamos a continuar trabajando sobre un proyecto de Constitución que refleje una visión compartida del futuro de Iraq y que pueda ser sometida a la aprobación de los iraquíes en octubre", abundó el portavoz del departamento de Estado, Sean McCormack.
Bush llamó por teléfono al poderoso líder chiíta Abdul Aziz Hakim, jefe del Consejo Supremo de la Revolución islámica "para discutir la evolución actual del proceso constitucional en Iraq", dijo Duffy.
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Los chiítas pusieron la pelota en el campo sunita este viernes, presentándole sus "propuestas finales", que incluyen la creación de una federación y la prohibición del partido Bass, que fueron recibidas con frialdad.
La prensa estadounidense establece un nexo directo entre las divergencias de sunitas, chiítas y kurdos sobre la Constitución y el recrudecimiento de la violencia en Iraq, que en las últimas 48 horas provocó un centenar de muertos.
En privado, algunos diplomáticos estadounidenses afirman que Washington mantiene un discurso positivo para neutralizar el efecto de los avances insurgentes.
Pero oficialmente Washington afirma que no existe conexión entre los recientes ataques y las difíciles negociaciones sobre la Constitución.
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"No vemos un nexo directo. Los ataques aumentaron moderadamente en relación a la primavera. Pero es una tendencia (registrada) todos los veranos porque el clima es más favorable", afirmó el alto funcionario de Estado, que solicitó conservar el anonimato.
"A largo plazo el proceso político es la respuesta a la insurrección, pero a corto plazo, no pienso que los dos aspectos estén estrechamente ligados", afirmó.