De vez en cuando, con un  ritmo semejante al de las estaciones, la noticia que confunde se difunde: una iglesia que se dice de Jesús y que defiende el sacerdocio para las mujeres; otra que  confiere nada menos que un supuesto episcopado, a un hombre homosexual; un escándalo sexual o financiero, causado por determinado sacerdote; y otras cosas de este estilo.

Cuando salen me pregunto: ¿por qué se da esta mala siembra?
¿Qué debo escribir sobre estas cosas venenosas? Lo que me dice el evangelio de hoy domingo.

Me señala que hay un enemigo: “El reino de los cielos –son palabras de Jesús– se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó”. Pero también me indica que se da una falta de responsabilidad en los sirvientes encargados de cuidar el campo. Porque en vez de vigilar, se durmieron con el resto de la gente.

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Sin embargo, el evangelio no me deja criticarlos. Por el contrario, me recuerda que no pocas veces yo también he permitido, con mis sueños y omisiones, que haya fastidiado el campo el enemigo.

También me explica el evangelio que la semilla mala no fue descubierta en un primer momento, porque solo “cuando comenzaba a verdear y se formó la espiga”, entonces los criados fueron a contarle al amo lo que sucedía.

Pero la táctica enemiga fue perfecta: sembró de tal manera la cizaña, que si se pretendía eliminarla de inmediato, se fastidiaba inevitablemente al trigo. De modo que el prudente amo, cuando le propusieron arrancarla cuanto antes, les tuvo que decir a los sirvientes: “Déjenlos crecer juntos hasta la siega, y cuando llegue la siega diré a los segadores: arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla, y el trigo lo almacenan en mi granero” (Cf. Mateo 13,24-43).

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He calificado de prudente al amo porque, además de disculpar y de formar a sus sirvientes, no cayó en la trampa que buscaba el enemigo: no les permitió que hicieran daño al trigo, dejándose llevar por la pasión.

No se debe minusvalorar esta lección. Porque a veces el maligno busca los rebotes. Habla, por ejemplo, de los gays, para que les hagamos propaganda con nuestro rechazo. Es algo bien sabido por los vendedores.

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Yo tuve que sufrirlo hace no mucho: me enamoré de una preciosa imagen de la Virgen; cuando logré la plata, me deprimieron al decirme que tenía dueño; y cuando estaba medio triste por la frustración, me dieron la noticia de que fue un error lo que me habían dicho. Por lo cual, llevado del rebote, mandé la plata de inmediato. Es verdad que  la cizaña debe ser eliminada, pero nosotros los cristianos veteranos, al hablar de ciertos temas venenosos, debemos esquivar la trampa del rebote.