Testigos de los valores del Evangelio en un mundo descreído

1.- El mensaje de la Palabra de Dios
Jesús no formó una comunidad de santos. Llamó a los pecadores a la conversión y les ofreció un plazo de gracia y reconciliación. Solo al final se distinguirá, con claridad, el grano bueno de las plantas inútiles.

Jesús habla de la presencia del Reino en forma germinal y en apariencia insignificante, pero que lleva dentro una fuerza capaz de transformar la vida del hombre y la historia de la humanidad.

2.- ¿Qué compromiso nos pide el Señor?
Aceptar los valores del Evangelio como norma de vida y vivirlos coherentemente.

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Los cristianos, conscientes del ambiente consumista-pagano que nos rodea, debemos ser buenos, no porque nos falte la oportunidad de ser malos, sino simplemente porque hemos decidido ser buenos.

Somos lo que queremos ser; lo que nos proponemos llegar a ser.
La familia es la que siembra el trigo o la cizaña en el corazón de sus hijos, durante la primera infancia, como dice la psicología.

“Los padres son los primeros responsables de la educación de sus hijos, creando un hogar donde la ternura, el perdón, el respeto, la fidelidad y el servicio desinteresado son norma. Tienen una grave responsabilidad de dar buen ejemplo a sus hijos. Y sabiendo reconocer ante sus hijos sus propios defectos, se hacen más aptos para guiarlos y corregirlos” (Catecismo de la Igle.
2223).

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Las familias que siembran el trigo de los valores evangélicos en el corazón de sus hijos, durante la primera infancia, de adolescente, de jóvenes y de adultos, darán una cosecha de frutos abundantes de buenas obras: se cosecha lo que sembró.

3.- ¿Cuál es mi respuesta, hoy?
Hacer un perfil del tipo de cristiano que quiero ser, consciente de las dificultades que voy a encontrar en mi ambiente.

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Nuestras familias cristianas, mi propia familia, ¿cómo cumple la misión de educar en la fe, sembrando los valores evangélicos en el corazón de los niños?

¿Cómo voy a ser testigo de los valores del Evangelio en el entorno en que vivo?

Lectura del Santo Evangelio según san Mateo
En aquel tiempo, Jesús propuso esta parábola a la muchedumbre: “El Reino de los Cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero mientras los trabajadores dormían, llegó un enemigo del dueño, sembró cizaña entre el trigo y se marchó. Cuando crecieron las plantas y se empezaba a formar la espiga, apareció también la cizaña.

Entonces, los trabajadores fueron a decirle al amo: ‘Señor, ¿qué no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde, pues, salió esta cizaña?’. El amo le respondió: ‘De seguro lo hizo un enemigo mío’. Ellos les dijeron: ‘¿Quieres que vayamos a arrancarla?’ Pero él les contestó: ‘No. No sea que al arrancar la cizaña, arranquen también el trigo. Dejen que crezcan juntos hasta el tiempo de la cosecha y, cuando llegue la cosecha, diré a los segadores: Arranquen primero la cizaña y átenla en gavillas para quemarla; y luego almacenen el trigo en mi granero’”.

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Luego les propuso esta otra parábola: “El Reino de los Cielos es semejante a la semilla de mostaza que un hombre siembra en un huerto. Ciertamente es la más pequeña de todas las semillas, pero cuando crece, llega a ser más grande que las hortalizas y se convierte en un arbusto, de manera que los pájaros vienen y hacen su nido en las ramas”.

Les dijo también otra parábola: “El Reino de los Cielos se parece a un poco de levadura que tomó una mujer y la mezcló con tres medidas de harina; y toda la masa acabó por fermentar”. Jesús decía a la muchedumbre todas estas cosas con parábolas; y sin parábolas nada les decía, para que se  cumpliera lo que dijo el profeta: Abriré mi boca y les hablaré con parábolas; anunciaré lo que estaba oculto desde la creación del mundo.

Luego despidió a la multitud y se fue a su casa. Entonces se le acercaron sus discípulos y le dijeron: “Explícanos la parábola de la cizaña sembrada en el campo”.

Jesús les contestó: “El sembrador de la buena semilla es el Hijo del hombre, el campo es el mundo, la buena semilla son los ciudadanos del Reino, la cizaña son los partidarios del maligno, el enemigo que la siembra es el diablo, el tiempo de la cosecha es el fin del mundo y los segadores son los ángeles.

Y así como recogen la cizaña y la queman en el fuego, así sucederá al fin del mundo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados y los arrojen en el horno encendido. Allí será el llanto y la desesperación. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga”.

Palabra del Señor.
Asamblea: Gloria a ti, Señor Jesús.