El pionero de esta novedosa y particular disciplina es Nicholas Kurti, un físico húngaro que si bien participó en el proyecto de la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial y que tuvo una gran trayectoria en Oxford, manifestaba una seria preocupación por problemas más cotidianos. De hecho, lamentaba que la humanidad supiera más sobre la temperatura del núcleo de una estrella de la del centro de un soufflé y tal vez tomó en consideración al gastrónomo francés Brillat-Savarin, que decía que el descubrimiento de una nueva comida aporta más felicidad a la humanidad que el descubrimiento de una estrella.