“Bajo tu amparo, no hay desengaños, vuelan los  años, se olvida el dolor”, dice una entre un centenar de placas en homenaje a  Carlos Gardel en el cementerio porteño de Chacarita, donde muchos lo veneran  como un santo milagroso y otros lo evocan como el mejor cantor de tangos de la  historia musical argentina.

El próximo 24 de junio se cumplirán 70 años de su muerte, ocurrida en un accidente aéreo en la ciudad colombiana de Medellín, razón por la cual se prepara una serie de homenajes. No solo en Argentina, sino también en Colombia y otros países. Y es que a pesar de los años, Gardel concita aún la idolatría de miles de latinoamericanos, europeos e incluso japoneses.

Veintenas de sus fanáticos acuden constantemente al cementerio donde están sepultados sus restos, ya sea para rendirle tributo o, como el argentino José  Damello, agradecer favores. Una silueta enorme en bronce con un Gardel ataviado con su típico frac y un  cigarrillo emerge de la modesta bóveda en una zona del enorme camposanto de 95 hectáreas, donde otros sepulcros son verdaderos obras escultóricas.

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“Salimos del hotel en nuestro primer día en Buenos Aires y lo primero que  hicimos fue venir a visitar la tumba de Gardel. Es que es un mito y constituye  un sentir colectivo en América Latina”, dijo  Leonardo Duque, un  periodista venezolano del diario deportivo Líder. “Los venezolanos tenemos profunda admiración por Gardel y sus canciones se continúan difundiendo por radio, dijo, a su vez, su colega y compatriota Juan Leonardo Lanz.

Duque y Lanz se asombran por la decena de placas que dejaron sus  compatriotas en la bóveda. Pero también hay bronces en su homenaje de  portugueses, franceses, dominicanos, puertorriqueños, colombianos, mexicanos y  estadounidenses.

A la tumba de Gardel acuden como peregrinos familias enteras que dejan  ofrendas, prenden velas a su imponente estatua y hasta toman mate, la infusión  típica rioplatense, a sus pies. Gardel es recordado no solo por su cantar y su figura, sino por sus películas.