Sin mucha expectativa, José Valencia llegó el 28 de mayo al país desde Holanda. El lateral izquierdo, que nació hace 23 años en Quinindé (Esmeraldas), juega en la primera división del campeonato holandés, quiere permanecer en el fútbol europeo y vestir la camiseta de la Selección.

Cuando tenía 16 años su pase fue vendido por $ 8.000 al fútbol uruguayo. Estuvo a punto de jugar en primera categoría con su equipo Deportivo Maldonado, pero luego de llegar a un acuerdo con los dirigentes prefirió viajar a Holanda y vincularse al Ajax, en el 2000.

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No pudo debutar inmediatamente con la camiseta blanca y roja y estuvo entre los suplentes. Recién el año pasado cumplió ese sueño con el NEC.

Con este club que pertenece a la ciudad Nijmegen, al que fue transferido en el 2004, ha jugado 27 partidos de un total de 34, bajo el mando del técnico Cess Lok. El NEC se ubicó en el puesto 12,  de 18 equipos que participan en la liga holandesa.

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El club mantuvo la categoría y la dirigencia europea decidió extender el contrato del futbolista por dos temporadas más.

Valencia asiste desde la semana pasada a las prácticas del club El Nacional, aprovechando que está de vacaciones. El jugador asegura que quiere entrenar porque desea conocer más el fútbol nacional.

Cuando la Selección Nacional se concentró para los partidos con Argentina y Colombia por las eliminatorias al Mundial de fútbol, Valencia fue invitado por el técnico de la Tricolor, Luis Fernando Suárez, a entrenar con el equipo, donde pudo ampliar sus conocimientos sobre el nivel del juego en Sudamérica.

“En Europa el deporte es más rápido, para mantenerte no solamente necesitas progresar físicamente, hay que pensar con brevedad y ser muy eficiente”, añade.

Valencia dice que conoce poco del ambiente liberal de Amsterdam, la capital holandesa. “Viví cinco años, me gustó el entorno, sin embargo, mi prioridad siempre fue el fútbol y no dejé de entrenar para llegar al primer equipo del Ajax”, manifiesta.

Al comienzo no aceptaba la comida holandesa. Sabe hablar el idioma y dice que le costaría mucho volver a radicarse en Ecuador porque está acostumbrado al estilo de vida europeo. Por ahora, su felicidad son su esposa Paola Barré (también de Quinindé) e hija Danielle, de 2 años y medio, con quienes reside en Nijmegen.