El análisis indicó que su cerebro pesaba solamente 615 gramos, la mitad de uno normal.

Terri Schiavo, la mujer del estado de Florida que murió en marzo pasado tras una dura batalla por su derecho a morir, que incluso involucró al Congreso de Estados Unidos, sufría daño cerebral irreversible, dijo ayer el examinador médico que anunció los resultados de la autopsia.

“Su cerebro estaba profundamente atrofiado”, dijo el examinador médico Jon Thogmartin, del condado de Pinellas, durante una conferencia de prensa.

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Thogmartin añadió que el cerebro de Schiavo pesaba alrededor de la mitad de lo que pesa el cerebro humano en condiciones normales. “El daño era irreversible”, expresó.

Schiavo, quien sufrió un paro cardíaco en 1990 que impidió que llegara suficiente oxígeno a su cerebro, murió el 31 de marzo en un hospital de Florida, trece días después de que un tribunal ordenara que le desconectaran la sonda alimentaria que la mantenía viva. Tenía 41 años cuando falleció.

Thogmartin señaló que Schiavo había fallecido por deshidratación, dejando en claro que la muerte no había sido por hambre.

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Schiavo estaba en lo que los tribunales denominaron como “un persistente estado vegetativo”. No podía pensar, sentir o interactuar con su medio ambiente desde hacía 15 años.

Los tribunales le dieron la razón a su esposo y representante legal, Michael Schiavo, y decidieron que ella no habría querido vivir en condiciones semejantes.

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Sin embargo, sus padres, Bob y Mary Schindler, alegaban que su hija les respondía y podría recuperarse si recibía el tratamiento adecuado.

La familia Schindler libró una batalla judicial de siete años para mantenerla viva, una causa que conmovió a muchos cristianos y obligó al presidente estadounidense, George W. Bush, y al Congreso a legislar para permitir que las cortes federales intervinieran en el asunto.

Dichos tribunales, incluida la Corte Suprema de Estados Unidos, se negaron a ordenar que la sonda alimentaria volviera a ser reinsertada.