Según un estudio latinoamericano, afecta al 25% de la población. Si no se trata, puede acabar en una cirrosis.
Una de cada cuatro personas se ve afectada por el hígado graso. La cifra es producto de un estudio de la Revista Latinoamericana de Gastroenterología y, según especialistas, es un reflejo de lo que ocurre en el Ecuador por las malas costumbres en la alimentación.
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La enfermedad puede darse por origen alcohólico y no alcohólico. Esta última, que es la más frecuente en el medio, se produce por la obesidad, diabetes mellitus, aumento de los niveles de colesterol y triglicéridos.
El problema, dice el gastroenterólogo Eduardo Marriot, es que no presenta síntomas hasta que ha avanzado o provocado daños en el hígado. El más severo: la cirrosis, que es la muerte del tejido hepático y no tiene cura.
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El alcohol dejó de ser el principal desencadenante de los males hepáticos. La mala nutrición ocupa hoy la primera causa de enfermedades crónicas del hígado, que pueden llevar incluso a una cirrosis.
El hígado graso es una de las más frecuentes. Afecta al 25% de la población (una de cada cuatro personas) y, según el gastroenterólogo Eduardo Marriot, de este porcentaje el 10% puede desarrollar cirrosis, que es el endurecimiento del hígado.
Marriot explica que la enfermedad se caracteriza por la acumulación de grasa en las células del tejido hepático y puede ser de origen alcohólico y no alcohólico.
Esta última, que se evidencia en la mayoría de los casos tratados, ocurre por factores de riesgo como obesidad, diabetes mellitus, las hiperlipidemias (aumento en la concentración de colesterol y triglicéridos en el plasma sanguíneo), consumo de antiinflamatorios, infecciones virales como hepatitis y enfermedades metabólicas.
El hepatólogo Iván Nieto señala también como causas el embarazo, la toxicidad por consumo de drogas y el virus de la hepatitis C genotipo 3, que pueden causar lesiones en el hígado.
Lo que ocurre, explica Marriot, es que por el desequilibrio entre las grasas, carbohidratos y proteínas, se origina exceso en la producción de triglicéridos, que supera la capacidad de la célula. “Como hay un exceso, no se alcanza a metabolizar, por eso se acumula (...) Con el tiempo, la célula se va deteriorando y se daña, pero por cientos”.
Si esa acumulación persiste, agrega Nieto, evoluciona a lo que médicamente se conoce como esteatohepatitis, la inflamación de las células hepáticas producto de la grasa en el tejido.
En esta etapa es cuando pueden presentarse síntomas, señala su colega Jorge Enrique Flores, porque antes la enfermedad no evidencia molestia alguna.
Incluso, suele detectarse casualmente mediante ecografía abdominal, cuando los pacientes acuden a tratarse por otra patología.
“Se puede dar un dolor en el lado derecho del abdomen y evidenciarse un incremento en los valores de las encimas que segrega el hígado en la sangre (transaminasas)”.
Aquí es posible evitar lesiones al hígado, señala Nieto, con un cambio en la dieta, que incluye reducción de grasas, carbohidratos, eliminar el alcohol y hacer ejercicios.
Pero si no se trata, la enfermedad puede evolucionar a una fibrosis hepática (aumento en el depósito de fibras que distorsiona la arquitectura y la función del órgano) y, en un lapso de 15 a 20 años, en una cirrosis irreversible.
Marriot indica que en el tratamiento la solución no está en dejar de comer grasa porque la grasa que se acumula en el hígado está constituida básicamente por triglicéridos, que se originan a partir del metabolismo de los carbohidratos (pan, fideo, verde, arroz, gaseosas).
PREVENCIÓN
ALIMENTACIÓN
La nutricionista Gloria Alovillo señala que el hígado graso no solo se produce por la cantidad de grasa sino por excesivo consumo de hidratos de carbono y proteínas. De ahí que recomienda una dieta con incremento de proteínas biológicas como clara de huevo, yogur de dieta o leche descremada.
HUEVOS
Para prevenir problemas de hígado graso, la especialista sugiere la ingesta de un huevo completo solo tres días a la semana. De ahí es preferible comerlo sin yema.
COCCIÓN
La nutricionista también recomienda evitar las frituras y priorizar el consumo de alimentos asados, hornados o al vapor, acompañados de frutas y vegetales (más de tres porciones diarias). Con ello se prefiere el aumento de lípidos en la sangre (colesterol y triglicéridos).
CARNES
Los médicos sugieren el consumo de carnes blancas, sobre todo del pescado porque es rico en omega 3 (un protector cardiovascular) y de pollo, pero sin piel. Es preferible limitar el consumo de carne roja, de cerveza y productos fermentados. La dieta también debe incluir galletas o tostadas.