La definición del sexo y del género es un tema polémico en medios científicos estadounidenses y franceses, donde se destaca que “el género se construye socialmente”, mientras el Vaticano teme que la teoría del género de Judith Butler “cause más estragos que la ideología marxista”.

Hace quince años, en Estados Unidos, una filósofa feminista de 34 años, Judith Butler, publicó el libro  Gender trouble (El género en disputa). Desde entonces esta obra de difícil lectura ha sido traducida a 17 idiomas. Recientemente se publicó en Francia, lo que dio un nuevo impulso a la discusión.

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Su análisis parte del malestar que puede causar un travesti, “cuando se duda si el cuerpo observado pertenece a un hombre o a una mujer. El travesti podría ser considerado como una mala copia de un original, de un ideal que sería la Mujer con mayúscula”.

Butler desarrolla la idea de que todos nosotros somos de alguna forma “imitaciones”, “copias fracasadas”. Tratamos de adherir a las normas del género y de la sexualidad, pero nunca lo logramos del todo, ni siquiera los heterosexuales.

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El sociólogo francés Eric Fassin, profesor de la Escuela Normal Superior de París (ENS), plantea esta pregunta: “¿Acaso en el fondo el hombre que exagera su masculinidad, o bien la mujer que subraya su femineidad, no revelan, tanto como la loca más extravagante o la lesbiana más masculina, el juego del género, y el juego en el género?”.
 
En los años setenta, el uso de la palabra “género” se extendió en América del Norte, en lugar de la palabra “sexo”. La escritora francesa Simone de Beauvoir, autora de El segundo sexo, decía: “No se nace mujer, se llega a serlo”.  Butler va más lejos. Según ella, nadie se convierte verdaderamente en mujer. El género no solo “no está dado de antemano”, sino que  “es una actividad que se lleva a cabo en forma ininterrumpida, sin quererlo y saberlo”.