La obra y la vida del diplomático, maestro,  historiador y ensayista guayaquileño Leopoldo Benites, se recordará este año por el centenario de su nacimiento. Sus escritos tienen aristas profundamente personales.

Este año se recuerda todo el ciclo de vida de Leopoldo Benites Vinueza, pues nació hace un siglo y murió hace una década: 1905-1995.

Si Ecuador, drama y paradoja, su obra mayor, va de la historia a la creación literaria y viceversa, también Benites Vinueza va en su vida del ensayo a la ficción, de la literatura a la diplomacia y viceversa.

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Por tanto, es posible penetrar su aventura de noventa años, por cualquiera de sus facetas.

Si se inició como cuentista, se consagró con el ensayo. Y si dejó huella en la literatura y el periodismo ejercido en sus columnas de EL UNIVERSO, (un “periodismo de combate” según Benjamín Carrión), también lo hizo en la diplomacia ecuatoriana, alcanzando posiciones inéditas para el país.
Comencemos por su obra escrita.

Se abre con el cuento largo o la novela corta, como quiera vérselo, en dos libros iniciales, La mala hora y El enemigo, publicados en 1927, libros que para Benjamín Carrión convierten a su autor en un “verdadero precursor del Grupo de Guayaquil”.

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Y agrega Carrión:

“Fue Benites quien, con estas narraciones cortas, dio hasta cierto punto la tónica de la novela que, a partir de Los que se van, había de construir en su torno el Grupo de Guayaquil.

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Se cierra su ciclo de relatista pocos años después, en 1945, con la publicación, en México, de Argonautas de la selva, una novela ambiciosa que habita escenarios límites entre la ficción y la historia, en torno a la aventura colonial de Francisco de Orellana, primer europeo en navegar a lo largo del río Amazonas. Volverá a la literatura solo al final de su vida, con el poemario Poemas en tres tiempos, publicado en Guayaquil en 1977.

Dos ensayos suyos constituirán piezas clave en el estudio de la historia ecuatoriana: Ecuador, drama y paradoja (México, 1950) y Eugenio Espejo: un zapador de la colonia (1941); además de otros dos ensayos: Juan Montalvo: el profeta inerme (1984), y José María Lequerica: la lucha por la libertad de dos mundos (1960).

El escritor Benites Vinueza pronto se convertirá en personaje de la diplomacia desde la década de 1940. “El diplomático devoró al escritor” afirma el ensayista argentino Carlos Piñeiro, aunque Ecuador, drama y paradoja será un referente en el ensayo ecuatoriano posterior y un brillante intento de confrontación entre el Ecuador como escenario y conflicto y el escritor como un atormentado testigo del conflicto.

Allí, anota el crítico Antonio Sacoto, “se dan la mano el poeta y el historiador, manteniendo una armonía, un equilibrio en los que se permiten ceder paso unas veces el historiador al poeta y otras, el poeta al historiador. Sube y baja la marea de la alquimia histórica ecuatoriana, con hermosa armonía y ritmo en una de las prosas más bellas de su periodo”.

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En 1966, se convierte en presidente del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y en 1973 en presidente de su Asamblea General, dos funciones a las que es el único ecuatoriano en llegar. Entre otras designaciones, Benites Vinueza sería, por esos mismos años, el primer presidente de la Organización de Prescripción de Armas Nucleares de América Latina.

Fue, dice Carlos Piñeiro, “uno de los grandes diplomáticos de nuestra América en la segunda mitad del siglo XX.

Irrumpe brevemente en la política, a partir del conflicto limítrofe de 1941, sufre persecución bajo el gobierno de Arroyo del Río y finalmente es electo diputado a la sombra de La gloriosa de 1944, luego de lo cual, un poco por azar, un poco por desencanto frente a una revolución abandonada, ingresa a la diplomacia.

Pero al igual que su vida, es un ir y volver entre la diplomacia y la escritura, es posible retornar a su escritura, para insistir en su obra periodística que, para Leopoldo Benites Vinueza es el ejercicio, más que del comentario coyuntural y cotidiano, del ensayo en su versión más apiñada e incisiva. Casi un microensayo.

Sus columnas en EL UNIVERSO, firmadas con el seudónimo de Alcino, fueron, según el ensayista y diplomático argentino que dedica un capítulo de su obra reciente Pensamiento equinoccial a Benites Vinueza, “una esperada fuente de controversias”, allí “rompe con el comentarismo cotidiano, y se adentra en los problemas estructurales de la sociedad ecuatoriana”.

La producción de este ensayista y narrador se cierra, sin embargo, con poesía, con su único libro de poesía.

Leopoldo Benites Vinueza muere en 1995, en Guayaquil, a los noventa años de edad, luego de cerca de cuatro décadas de diplomacia y ocho libros publicados.