El presidente de la Academia Argentina de Letras, Pedro Luis Barcia, insta a los gobiernos y a los medios de comunicación de los países hispanohablantes a implicarse más en mejorar el nivel de expresión lingüística de los ciudadanos, porque "el hombre que no puede hablar con fluidez es cautivo del sistema".
Barcia dijo en una entrevista con EFE que "el idioma es el tejido conjuntivo de la sociedad y la conciencia de responsabilidad social del bien común que es la lengua es fundamental".
En su opinión, "no habrá comunidad social armónica ni unidad de la lengua si los medios no se preocupan por que las haya y los gobiernos no adoptan las políticas lingüísticas adecuadas".
Profesor de Literatura argentina en la Universidad de La Plata y director de postgrados de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral, Barcia se ha trasladado a España para impartir un curso en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas sobre el concepto de literatura fantástica en Borges, y para pronunciar varias conferencias en Santiago de Compostela y Salamanca.
Entre clase y clase, el presidente de la Academia Argentina de Letras (la equivalente a la de la Lengua en España) encuentra tiempo para reflexionar sobre el deterioro que sufre el español en algunos medios de comunicación, y para expresar su preocupación por el progresivo empobrecimiento de la lengua que utilizan los jóvenes.
"Esto último no sólo me preocupa sino que me quita el sueño", asegura el académico de la Lengua, que cada año recibe una nueva tanda de alumnos en la Facultad de Comunicación donde da clases, y lo primero que tiene que conseguir es que "no me sustituyan las palabras del discurso con gestos".
"Doy una clase de contenidos culturales contemporáneos y, sin embargo, destino mucho tiempo a enseñarles a escuchar y a hablar", afirma Barcia, quien también se queja del poco hábito de lectura que suelen tener los jóvenes, algo que si no se ha generado "antes de los ocho años, muy difícilmente se logrará luego".
A su juicio, "la preocupación mayor" debe ser "liberar a los jóvenes del silencio en que están y de la impotencia expresiva que tienen para que sean ciudadanos efectivos".
Una labor, añade, en la que han de intervenir los gobiernos "si no quieren afectar seriamente la democracia", porque de nada sirve "cacarear la libertad de expresión si el hombre es tartamudo o es un discapacitado verbal para decir lo que piensa y siente.
Pero no son sólo los gobiernos los que deben actuar. Barcia no entiende por qué los medios de comunicación "no se preocupan de manera suficiente con lo que es su pan de cada día", la lengua, y procuran utilizar mejor el idioma. "Para qué -pregunta- se llaman comunicadores, qué comunican? Comunican limitaciones, pobreza".
El presidente de la Academia Argentina lleva años colaborando en la preparación de las principales obras de referencia de la Real Academia Española, como en la última edición del Diccionario de la Lengua, en la nueva Gramática, que ya está muy avanzada, o en el Diccionario Panhispánico de Dudas, que verá la luz el próximo otoño.
Sin embargo, aunque esas obras se hacen de forma consensuada entre las 21 Academias de la Lengua, Barcia dice que los hispanoamericanos "no lo perciben con claridad porque sigue la herencia de creer que la Academia española es la mandamás en todo esto".
La responsabilidad de que esto pase "es de las Academias, porque no se difunde nuestra forma de trabajo y la gente sigue creyendo que es España la que impone la pauta de todo", afirma Barcia quien antes de viajar a España se reunió con 300 docentes argentinos y comprobó cómo se sorprendían cuando él les informaba del trabajo consensuado de las Academias.
El académico relata que en el Congreso Internacional de la Lengua, que se celebró en la ciudad argentina de Rosario en noviembre pasado, hizo llegar un mensaje a los maestros y profesores participantes para recordarles "tomar responsabilidad del orgullo de la lengua que tienen y de la conciencia lingüística por perfeccionarse".
Barcia cree que a esa labor tienen que contribuir también los gobiernos y los medios de comunicación, que deberían trabajar por conseguir "una lengua internacional, respetando las peculiaridades regionales".