Amadeus Mozart desde muy niño se deslumbró por la ópera; de adolescente la usó con inteligencia para atacar socialmente a sus enemigos políticos, especialmente a la aristocracia vienesa, que la consideraba decadente. Las Bodas de Fígaro, una obra burlesca con textos de Beaumarchais, fue un ejemplo genuino de su ataque. En ese tiempo, el emperador José II  ordenó el impedimento para su escenificación –por considerarla una peligrosa sátira social–,  por esto, a pesar de haberla terminado en 1778, Mozart solo pudo estrenarla en 1784.

Con la Obertura de esta Ópera, la Orquesta Sinfónica de Guayaquil abrió el segundo concierto de temporada bajo la batuta del director invitado,  el uruguayoJosé Serebrier. Enérgico, firme, demostrando un profundo conocimiento en el arte de la conducción orquestal, anunciaba al público asistente una hermosa velada auditiva.

Acto seguido vino el Concierto Nº 3 en Sol Mayor para violín y orquesta con el solista  Jorge Saade Scaff, cautivando con su talento y dominio técnico del instrumento –herencia de su maestro el virtuoso Ruggiero Ricci–, ambos miembros del Instituto Mozarteum de Salzburgo de Austria, tierra del genio Amadeus.  El concierto bien trabajado fue llevando al público a un ambiente vienés, la imaginación auditiva iba poco a poco entrando en el mundo mozartiano, alegre, vivaz, jovial y a veces hasta juguetón,  pero también dulce y apasionado, especialmente en el segundo movimiento, donde el solista demostró que con las cuerdas puede embriagar al oyente con un hilillo de miel, dejando en el ambiente una profunda emoción. Director, solista y orquesta, una armonía rítmica de gran fusión. 

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En este punto hay que destacar el esfuerzo que está haciendo la Dirección de la Orquesta Sinfónica experimentando con nuevos y prestigiosos directores y solistas;  musicalmente esto significa una gran oportunidad para exigir y perfeccionar técnicamente a cada instrumentista, y artísticamente, una experiencia poco antes vista para el crecimiento de la personalidad de cada uno de los músicos de la orquesta. Aplausos.  

En la segunda parte del programa, el compositor Serebrier estrenó en Guayaquil su Sinfonía Carmen en 12 escenas. Esta obra está inspirada en la Ópera Carmen,  la obra más conocida del compositor francés Alexander César Leopold Bizet (1838-1875),  quien se inspiró en la novela del escritor francés Prospere Merimée publicada en 1846 con el título Carmen, cuyo argumento principal es la narración que hace Don José de sus amores con la “gitana” Carmen y de cómo cae en una irreversible perdición que lo convierte en su asesino.

Hay dos cosas curiosas en la Ópera de Bizet: la una es que a pesar de que la escenificación evoca las tabaquerías, tabernas y plaza de toros de Sevilla-España,  el compositor francés nunca pisó territorio español. Y la otra, George Bizet, es que en el proceso de los ensayos –a mediados de 1874– añadió  “la habanera”  basada en la canción El Arreglito, del compositor cubano Sebastián Yradier, conocido por su famoso tema La Paloma.  Bizet jamás conoció el Caribe,  así como tampoco  Cuba.

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La Sinfonía en estreno, Carmen, del compositor uruguayo Serebrier, contiene doce escenas con las que si bien es cierto que por un lado la enmudece a la Ópera, por otro le ha enriquecido auditivamente, dándole una nueva   forma de interpretación.  Vale decir, ha entregado al público una Carmen netamente orquestada, sin cantantes ni tramoyas.  Y verdaderamente, con la ejecución sobria, brillante, sensual, cálida y muy dinámica, José Serebrier no solo nos ha demostrado que es un director de gran talla sino también un talentoso intérprete de las grandes obras de la música clásica.