Acosados por el Ejército y la guerrilla que desconocen su neutralidad, los indígenas colombianos se resisten a empuñar las armas por convicción y el temor a ser exterminados, aunque crean que, sin ellas, su destino es el mismo.
“Jamás nos armaremos, está descartado. No es nuestra idea, si lo hacemos nos exponemos a que nos exterminen a todos. Las armas nos llevarán a la muerte”, dijo Roberto Ascue, alcalde de Toribío, cuya población quedó atrapada en medio de los combates que desde hace tres semanas sostienen FARC y militares al suroeste de Colombia.
Publicidad
Para evitar la presión de uno y otro bando que los acusa de auxiliar a su enemigo, los nativos de la zona se declararon en resistencia pacífica desde 1991, cuando la Constitución reconoció su autonomía, y en virtud de ello organizaron la llamada guardia indígena.
El grupo lo integran unos 6.000 hombres y mujeres, mayores de 15 años y sin antecedentes penales, que ejercen su labor de vigilancia y protección de las comunidades.
Publicidad
La guardia, que en el pasado logró evitar ataques, impedir el reclutamiento de aborígenes y liberar al alcalde de Toribío, Arquímedes Vitonás, secuestrado por las FARC en septiembre del 2004, fue golpeada el 14 de abril cuando un asalto guerrillero dejó por el suelo su exitosa experiencia.
Desde entonces el acoso militar y guerrillero a sus comunidades ha aumentado.
“El Ejército nos culpó del hecho asegurando que nosotros sabíamos del ataque; la guerrilla amenazó con destruir el pueblo porque según ellos habíamos ayudado a los militares”, dijo una dirigente.