Se puede concebir que James Bond, Superman, Batman, Indiana Jones o Rocky sean protagonistas de una larga y exitosa saga de películas. Incluso que filmes como Matrix o Star Wars inspiren secuelas. Lo que resulta incomprensible es que un personaje tan olvidable como Miss Simpatía (Miss Congeniality, título original) tenga una prolongada trayectoria cinematográfica. Pero es que ahora cualquier producción, buena o mala, que alcance o supere en la taquilla norteamericana la ambiciosa cifra de los 100 millones de dólares de recaudación tiene asegurada en su porvenir, como mínimo, una segunda parte. Sandra Bullock, una de esas actrices de Hollywood volcadas a la comedia romántica o a historias sin mayores complicaciones ni trascendencia alguna –aunque hay que reconocer que es guapa y extremadamente carismática–, es la artífice del producto, del cual no solo es la protagonista, sino también la productora.
Recordemos que en la primera parte, estrenada en el 2000, se narran las peripecias de Grace Hart (Bullock), una burda y poco refinada agente del FBI, al infiltrarse en el concurso Miss Estados Unidos, ya que un conocido asesino amenazaba con hacer sus fechorías durante dicho evento. En esta segunda entrega, Grace sigue trabajando para el FBI, pero la fama que adquirió participando en el concurso de belleza, habiendo sido elegida precisamente Miss Simpatía, ha hecho que sea fácilmente reconocida por los delincuentes que persigue, haciendo imposible su trabajo como agente secreto. Así, para aprovechar la situación, su jefe le sugiere que se convierta en el rostro público del FBI, firmando autógrafos y en general promoviendo la buena imagen de la organización.
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Grace acepta sin mucho entusiasmo, o más bien bajo presión, por lo que el propio cuerpo le proporciona una corte de estilistas y asesores de imagen con la intención de atenuar su tendencia a hablar con la boca llena, a lucir desgreñada y a mostrar más defectos de lo debido. Pero la protagonista cumple bien con su nuevo trabajo, retomando el garbo que usó en el concurso y convirtiéndose en la Barbie del FBI, hasta que su amiga, Miss Estados Unidos, es secuestrada. Entonces, debe volver a la acción, contra los deseos de sus jefes, pero con la ayuda de su nuevo guardaespaldas, la ruda pero eficiente Sam Fuller (Regina King).
Miss Simpatía 2 es una ligera comedia, carente del humor y la chispa de la primera parte, apoyada completamente en la presencia de Bullock, quien se ve forzada a participar, escena tras escena, tratando de mejorar el contenido con su honesta interpretación. El resto del elenco es igual de anónimo y genérico, con la excepción de Regina King, quien es ciertamente una buena actriz, pero esta vez, está envuelta en una mediocre película que no sabe cómo explotar su talento, limitándose a mostrarla, junto con Sandra Bullock, para formar el clásico y ya trillado dúo de “pareja dispareja”. También rodean a Bullock buenos actores como Candice Bergen, el genial Michael Caine y el talentoso William Shatner. Desafortunadamente la labor de dichas celebridades se reduce a propiciar las situaciones que hacen lucir a Bullock y su pícara actitud.
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El ritmo languidece con frecuencia y las secuencias se repiten poniendo en evidencia la inconsistencia del guión. Pero como la actriz resplandece en pantalla y su sonrisa encanta a la cámara y a los espectadores, el interés se mantiene hasta el desenlace. Miss Simpatía 2 es una película que se olvidará casi tan rápidamente como se ha disfrutado.