Se puede concebir que James Bond, Superman, Batman, Indiana Jones o Rocky sean protagonistas de una larga y exitosa saga de películas. Incluso que filmes como Matrix o Star Wars inspiren secuelas. Lo que resulta incomprensible es que un personaje tan olvidable como Miss Simpatía (Miss Congeniality, título original) tenga una prolongada trayectoria cinematográfica. Pero es que ahora cualquier producción, buena o mala, que alcance o supere en la taquilla norteamericana la ambiciosa cifra de los 100 millones de dólares de recaudación tiene asegurada en su porvenir, como mínimo, una segunda parte. Sandra Bullock, una de esas actrices de Hollywood volcadas a la comedia romántica o a historias sin mayores complicaciones ni trascendencia alguna –aunque hay que reconocer que es guapa y extremadamente carismática–, es la artífice del producto, del cual no solo es la protagonista, sino también la productora.