Cada año las casas de El Aromo abren sus puertas para recibir a sus dueños que emigraron.
La Ruta del Sol que atraviesa por el centro del caserío parece no haber cambiado para nada la vida en el Aromo, una comunidad de agricultores y mujeres tejedoras de paja toquilla que se quedó perdida en el tiempo desde que hace aproximadamente cinco décadas empezó la emigración de sus habitantes hacia Venezuela.
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Como un verdadero pueblo fantasma, en El Aromo son comunes largas hileras de casas de caña guadua y otras de construcción mixta cerradas permanentemente con candados. El canto de algunas aves y la presencia de unos pocos niños jugando al borde de la vía, rompen el silencio de esta población que se ha resignado a despedir a sus familias.
Francisco Pico Pico, un agricultor de 57 años, dice que el pueblo despierta de su letargo al menos un mes en el año cuando, como gitanos, cientos regresan desde Venezuela solo para celebrar la fiesta pagana de San Pedro y San Pablo.
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Es entre agosto y septiembre que las calles se engalanan, las casas vuelven a abrirse y las familias se trasladan de un lado a otro para bailar y comer en honor de los dos santos.
Pico, que tuvo la experiencia de emigrar a ese país entre 1970 y 1983, dice que la historia empezó después de una sequía que se dio en 1940 que obligó que los hombres planearan en salir del país para trabajar en otra actividad distinta a la agricultura.
“No conozco por qué se escogió Venezuela, pero lo que sí sé es que el primer grupo de viajeros tuvo un accidente en Colombia y no todos llegaron a su destino”.
Rosa María Delgado, una tejedora de paja toquilla de 65 años, recuerda que al comienzo la gente se fue a Venezuela por tierra y por mar y que ahora, aquellos que reúnen más dinero viajan en avión.
Delgado señala que en su familia nadie ha podido emigrar porque se necesita mucha plata para arreglar los papeles.
“Aquí hay pocos ingresos, pero la vida es tranquila; allá en Venezuela deben trabajar duro en las calles vendiendo cervezas”, dice.
Según Pico, el 90% de la gente que emigra del Aromo y otras comunidades de la misma zona como Pacoche, San Lorenzo, Santa Marianita y Pile trabajan en la capital de Venezuela, Caracas, y en el interior de ese país distribuyendo la cerveza Polar.
Otros instalan negocios de ropa o se emplean en la industria de la construcción.
Muchos cuando regresan al Ecuador a las fiestas de San Pedro y San Pablo reparten gratuitamente la Polar y obsequian otros artículos como llaveros, camisetas, gorras de la misma marca.
El Aromo es una población con unos 850 habitantes, pero Pico dice que tal vez hay unos 1.200 en Venezuela.
Hace 15 años los emigrantes colaboraron para construir la primera escuela del lugar, Bolivia Nº 72, donde se educan cerca de 150 niños. Pico dice que es necesario que la gente recuerde que el pueblo requiere agua potable, calles adoquinadas y dispensario.
QUEDADOS
Visitas
Pese a la apariencia de un pueblo fantasma, los turistas extranjeros que pasan por El Aromo se detienen para ver a las mujeres que trabajan con la paja toquilla.
Fondos
“No ganamos lo que en Venezuela, pero aquí estamos felices, los turistas nos toman fotos y nos dejan algunos dólares”, señaló una de las mujeres que aún permanece en El Aromo porque no consiguió suficiente dinero para emigrar.
Panorama
Desde la carretera se pueden observar las coloridas viviendas cerradas con candados, mientras que en las calles se ven pocas personas, entre ellas, las tejedoras.