Los hijos de Diana de Gales, los príncipes Guillermo y Enrique, se mostraron ayer sonrientes y relajados en el enlace de Carlos de Inglaterra y Camilla, la mujer a la que el mundo acusó de romper el primer matrimonio de su padre.

Los hijos de la extinta Lady Di acudieron al ayuntamiento de Windsor para el enlace civil y a la posterior bendición religiosa en la capilla de San Jorge muy elegantes, con sendos chaqués negros de un famoso sastre de Saville Road, en Londres.

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Con pantalones de raya diplomática elaborados a partir de una tela que les regaló su abuela, la reina Isabel II, ambos llevaban corbatas en tonos cereza y chalecos, azul pálido para el primogénito, Guillermo, y color champán para su hermano menor.

Los semblantes animados de los príncipes parecían querer transmitir tranquilidad a su padre, a quien enviaron besos con la mano cuando entró en la capilla de San Jorge del brazo de su ya esposa Camilla para recibir la bendición religiosa del arzobispo de Canterbury, Rowan Williams.

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En el ayuntamiento de Windsor, Guillermo, de 22 años, y Enrique, de 20, estuvieron acompañados, entre otros, por sus primas Beatriz y Eugenia, las hijas de Andrés de Inglaterra y Sarah Ferguson.

Además de los recién casados, la prensa estaba pendiente de los príncipes, cuya actitud satisfecha trataba de despejar las dudas de quienes siguen pensando que tanto Guillermo como Enrique desaprueban la relación de su padre y Camilla.

Guillermo físicamente recuerda mucho a su madre.

La reputación de su hermano Enrique es muy distinta pues su fama es de joven rebelde y conflictivo, y ha sido noticia en varias ocasiones por su ajetreada vida social.

No obstante, muchos dicen que él no perdona a Camilla el sufrimiento que causó a su madre su relación adúltera durante décadas con el príncipe de Gales. Pero ayer se mostró animado y muy sonriente.