Roma se paralizó para despedirse del papa Juan Pablo II. Líderes mundiales y humildes fieles por igual dieron tributo.

Los poderosos de la Tierra, junto con miles de fieles, se reunieron ayer para dar el último adiós al papa Juan Pablo II, mientras el Vaticano acogía uno de los funerales más importantes de la historia por el Pontífice polaco.

Cuatro reyes, cinco reinas y al menos 70 presidentes y primeros ministros asistieron a las exequias del Pontífice, que se extendieron durante tres horas en una misa al aire libre.

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Unos 2.500 dignatarios de distintos credos y razas también estaban allí, incluidos el presidente estadounidense George W. Bush, su homólogo francés Jacques Chirac, el príncipe Carlos de Inglaterra, el secretario general de las Naciones Unidas, Kofi Annan, el presidente mexicano Vicente Fox y  un grupo de líderes árabes.

Entre los 26 jefes de Estado, 8 vicepresidentes y 17 primeros ministros presentes, sobre un total de 200 personalidades destacaban el presidente de  Estados Unidos, George W. Bush, sus homólogos brasileño Luiz Inácio Lula da Silva y mexicano Vicente Fox, así como los reyes de España, Juan Carlos y Sofía, y el príncipe Carlos de Inglaterra.

América Latina estaba igualmente representada por los presidentes de  Bolivia, Brasil, Costa Rica, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá.

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Cientos de miles de peregrinos acudieron al Vaticano con la esperanza de ver la ceremonia. La policía trataba de contener a la multitud mientras esta trataba de avanzar y muchos fieles se desmayaron de la emoción.

Hasta dos millones de personas siguieron la ceremonia por pantallas gigantes instaladas en Roma. Además, el funeral fue transmitido por televisión alrededor del mundo.   

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Varios centenares de fieles, muchos de los cuales esperaron toda la noche a  la intemperie para poder acceder al recinto, tuvieron que ser atendidos durante  la ceremonia por médicos y socorristas voluntarios.

Las autoridades italianas pusieron en marcha “un dispositivo de seguridad  sin precedentes”, con 4.000 agentes, para el funeral más multitudinario de la historia.
El espacio aéreo romano permaneció cerrado durante todo la ceremonia y el  tráfico de automóviles en el casco urbano quedó igualmente prohibido, debido a  la avalancha humana que casi ha duplicado la población de la ciudad.
(REUTERS)