Los poderosos de la Tierra, junto a miles de fieles, se reunieron este viernes para dar el último adiós al Papa Juan Pablo II mientras el Vaticano acogía uno de los funerales de mayor envergadura de la Historia por el Pontífice polaco.
"Podemos asegurar que nuestro amado Papa está hoy en la ventana de la casa del Padre, y nos ve y nos bendice", dijo el cardenal Joseph Ratzinger a cientos de miles de personas que ocupaban la Plaza de San Pedro en un día ventoso.
"Santo subito" (santifíquenlo inmediatamente), cantaba la multitud en italiano, prolongando la misa más de cinco minutos en una gran demostración de emoción por uno de los gigantes del siglo XX.
Mientras se oía el canto del coro en latín, el tañir de una campana gigante y una ola de aplausos que parecía interminable, 12 ujieres retiraron el simple ataúd de madera de Juan Pablo II desde las escalinatas de la Basílica de San Pedro, para marcar el final de la misa al aire libre.
Antes de desaparecer dentro de la iglesia para su entierro, el ataúd fue girado una última vez para enfrentar la misma plaza donde el Papa Juan Pablo II había pronunciado miles de misas durante un papado que duró más de 26 años.
Cuatro reyes, cinco reinas y al menos 70 presidentes y primeros ministros asistieron a las exequias del Pontífice, que se extendieron durante tres horas en una misa al aire libre para rendir homenaje al hombre que contribuyó a la caída de la Cortina de Hierro pero que fue criticado por algunos por su ortodoxia.
La Plaza de San Pedro y las calles aledañas se convirtieron en un mar de banderas que ondeaban al viento, la mayoría de ellas con los colores rojo y blanco de Polonia, el país natal del Papa, entre miles de peregrinos que asistieron al Vaticano para tratar de ver la ceremonia.
Fuentes policiales estimaron que unas 300.000 personas pudieron acceder al área del Vaticano el viernes, sólo una fracción menor de los millones de fieles que durante la semana habían formado fila durante horas para pasar frente al cuerpo del Papa y darle el último adiós.
"Todo nuestro mundo será diferente ahora" dijo Beata, una polaca de 18 años, mientras lloraba de la emoción cuando el ataúd del Papa fue sacado de la basílica. "No sé que haremos sin él para guiarnos".
Sufrimiento
El primer papa no italiano en 455 años murió el sábado pasado a los 84 años de edad después de una década de sufrimiento y enfermedad, desatando una oleada de dolor en todo el mundo entre los católicos pero también más allá de las fronteras de esa fe.
Entre 2.500 dignatarios de todos los credos y razas invitados a la Plaza de San Pedro se encontraban el presidente estadounidense George W. Bush, cuya limosina ostentaba banderas del Vaticano y de Estados Unidos, el secretario general de las Naciones Unidas Kofi Annan, el príncipe Carlos de Gran Bretaña y varios líderes de Oriente Medio.
En un momento, el presidente israelí Moshe Katsav estuvo de pie justo enfrente del presidente sirio Bashar al-Assad.
"Quizá el día de hoy nos dará esperanza para un futuro de paz, no de conflicto y odio" dijo el presidente iraní Mohammad Khatami en una entrevista en el diario Corriere della Sera.
Italia cerró el espacio aéreo sobre el centro de Roma y convocó refuerzos de seguridad, además de desplegar misiles anitaéreos y patrullas costeras para custodiar un encuentro que posiblemente haya sido el que más líderes mundiales reunió.
Fuera de la Ciudad del Vaticano, Roma estaba tranquila el viernes, luego de que las autoridades ordenaran el cierre de todas las oficinas públicas, escuelas y museos y prohibieran el tránsito automotor.
Millones de católicos que no pudieron viajar a Italia, tuvieron oportunidad de despedirse del Papa en una miríada de servicios que se realizaron en todo el mundo.
"Es casi como estar allí en Roma" dijo Georgina Vega, una maestra de escuela primaria, en una misa que se realizó en la Basílica de Guadalupe, el sitio más sagrado para los católicos de México. "Estar aquí con una vela, compartiendo con los otros, me transporta allí".
Para un Papa que viajó el equivalente de 30 veces la circunferencia de la Tierra durante su pontificado, su último viaje será el más corto.
Después de la misa funeral, su ataúd fue trasladado dentro de la Basílica de San Pedro para que descanse en una cripta después de ser colocado dentro de otro ataúd de cinc, y finalmente, en uno de roble.