Profesor suizo de latín, griego y francés, Curtet descubrió en 1979, cuando visitaba el Ecuador, su pasión por la poesía. Una obra recoge sus poemas basados en los recuerdos de su visita a zonas del país como Valdivia, Progreso, Tambo, Guápulo y Quito.

“Es por el Ecuador que entré a la poesía”. Con esa declaración se abre el libro del poeta suizo Jean Samuel Curtet, vertido al español por Jorge Enrique Adoum.
Fue a partir de su primer viaje al Ecuador, en 1979. Curtet se había satisfecho con traducir a algunos autores de la Grecia antigua, particularmente a Esquilo.

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“Hasta entonces, con algunas excepciones insignificantes, no había escrito todavía ningún texto poético ‘de mi cosecha’, como dicen en las regiones vinícolas donde vivo y también en otras. Luego hubo ese primer viaje al Ecuador, en el verano de 1979. Pero, durante varios meses, jamás imaginé hacer que de los recuerdos magníficos y conmovedores que guardaba, naciera escrito alguno”, declara el autor.

La poesía y la aproximación al país por parte de Curtet, recuerda a otro poeta de lengua francesa, Henry Michaux, que visitó el Ecuador en las primeras décadas del siglo XX, por una invitación de Alfredo Gangotena.

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El encuentro de la poesía es semejante en los dos casos: Michaux-Gangotena, Curtet-Adoum.

Como en Michaux, la poesía de Curtet tiene la profunda marca del itinerario. Un itinerario íntimo pero referido a lugares, a momentos de un día, a escenas naturales o humanas, a impresiones físicas:

Por doquiera el silencio/
y la sed de los pencos/
y nosotros/
que ignoramos/
que la risa es profunda…

El paisaje descrito abre el camino para que el poeta se mire, se confronte.
Michaux y Curtet parecen hacer una pausa en los paisajes para confrontarse.

Los libros de los dos llevan el nombre del país en sus portadas: Ecuador, simplemente, se llama el libro de Michaux; Ecuador en jirones de memoria, el texto de Curtet.

La obra de Curtet contiene seis poemas que, con excepción del último, fijan en el título el lugar donde ocurrió el fragmento de memoria: Progreso, Valdivia, Tambo, Guápulo y Quito.

Los poemas devuelven al presente los recuerdos. No hay evocación. Hay un retorno al momento del pasado, convertido en presente. “El presente y el pasado eran distintos pero simultáneos. Lo próximo y lo lejano desmentían la distancia sin confundirse”, afirma el autor. La poesía es, en último término, ese retorno al presente, desde lo ocurrido en el pasado.

Con excepción del poema que abre el libro, en el que memoria y presente se alternan en los versos:

“La memoria y el tiempo
La memoria tiempo
Ella está en la ventana
En estos anteojos
Que brillan en la ventana
En estos cabellos blancos
Que nacen de la noche
En la ventana
El tiempo y la memoria
Inscritos por mi lámpara
En la ventana”

Hay una búsqueda del ritmo, un afán de subrayar la memoria, que radica en las repeticiones. A lo largo del poema Tambo, este lugar es palabra que golpea uno tras otros los instantes del texto:

“Tambo
 Tambo
¿quién toma todavía el tren
en la estación de Tambo?
Tambo-la-gris
Tambo-el-frío
Tambo-el-olvido
¿Pasan todavía trenes
por la estación de Tambo?”

O aquel otro:

“Al final de todos mis caminos
Para todas mis fatigas
El banco de Guápulo
Para todas mis hambres
Y para toda mi sed
Las frutas que se venden
En el polvo de Guápulo”

Jean Samuel Curtet nació en Suiza en 1932. Profesor de latín, griego y francés, ha estado permanentemente interesado por la escritura dramática y la traducción. Aparte de sus traducciones, tiene cuatro volúmenes de poesía.

El lanzamiento de Ecuador en jirones de memoria se cumplió en el marco de la Fiesta de la Poesía, junto a otros actos como la exposición de grabados realizados por distintos artistas ecuatorianos a propósito de la poesía de Alfredo Gangotena. Y de este poeta, circuló también por las mismas fechas –la segunda semana de marzo– una antología de su obra poética editada por la editorial Visor de España, para Libri Mundi.

Escritos en francés, los poemas de Alfredo Gangotena aparecen en esta antología traducidos por Filoteo Samaniego, Gonzalo Escudero, Margarita Guarderas, Cristina Bureno y Verónica Mosquera.

Una fiesta de la poesía que ocurrió en medio de un diálogo entre el francés y el español; con la traducción, que es al mismo tiempo encuentro y desencuentro, como espacio para ese diálogo.