El grito, la obra maestra de Edvard Munch, se ha convertido en un símbolo mundial de la angustia que aparece multiplicado en reproducciones, inscripciones en camisetas, muñecos inflables y una multitud de objetos, además de causar un debate incesante entre los expertos.
 
Pero exactamente qué está haciendo esa figura surreal en la pintura, agarrándose la cabeza con los brazos y abriendo la boca: grita o acaso oye un alarido?
 
Aunque el público general parece seguro de que grita, los expertos no están de acuerdo. Se ha avivado el interés en las obras del maestro noruego con el reciente robo de tres de sus piezas en Noruega, siete meses después que El grito y otra obra maestra, Madonna, fueron robadas en un museo de Oslo.
 
Las obras más recientes, una acuarela y dos impresiones, fueron recobradas por la policía al día siguiente del robo, y cinco jóvenes sospechosos están presos pendiente juicio.
 
Una versión de El grito, al igual que de la Madonna, fueron escamoteadas por pistoleros del Museo Munch en Oslo en agosto y todavía no han sido halladas.
 
Existen cuatro versiones de El grito, una de las imágenes más reconocidas en el mundo, una figura angustiada con el trasfondo surrealista de un cielo rojizo, que provoca la ansiedad del espectador.
 
La versión robada de El grito fue pintada en 1893 como parte de la serie Friso de vida sobre los motivos centrales de enfermedad, muerte, angustia y amor.
 
El pintor, que murió en 1944 a los 81 años, no llegó a entrever la popularidad de la figura angustiada que se ha reproducido hasta el cansancio. Aun los adversarios de la reelección del presidente estadounidense George W. Bush en la campaña presidencial del 2004 usaron la imagen en camisetas, con la leyenda ¿Bush de nuevo?
 
La mayoría cree que el icono de la angustia está gritando.
 
¿O acaso escucha un grito estridente?
 
En sus propios escritos sobre su cuadro, Munch dijo que estaba caminando junto con unos amigos cuando el cielo se tornó rojo sangre: “Me quedé paralizado temblando de ansiedad, y sentí que un grito infinito atravesaba la naturaleza”.
 
Morten Zondag, un experto en Munch de la casa de arte Blomqvist en Oslo, consideró que tenía sentido. Si uno examina los textos, advierte que es un grito de la naturaleza, señaló. “Yo diría que refleja un grito de la naturaleza, pero que esa persona o cosa es una personificación de ese grito”.
 
Gunnar Soerensen, director del Museo Munch en Oslo, no está tan seguro. “Podría ser un grito en la naturaleza o una persona que grita”, opinó. Es una cuestión de interpretación.
 
Soerensen dijo que los expertos conocen el lugar en Oslo que sirvió de telón de fondo para la pintura, y por cierto había gritos allí en esa época: los bramidos de un matadero cercano o los alaridos de los pacientes en un asilo siquiátrico, o ambos.
 
“El hecho es que logró pintar un sonido”, expresó Soerensen en una entrevista telefónica. Se trata de la ansiedad de una persona moderna.
 
Munch trabajó en Alemania como también en su Noruega natal, y su estilo de intensa carga emocional fue de gran importancia para el nacimiento del movimiento expresionista del siglo XX.
 
Hans-Martin Frydenberg Flaaten, cuya tesis en la Universidad de Oslo fue sobre El grito, dijo que “Todos lo ven a su manera y eso provoca debate. Creo que fue parte del propósito”.
 
Flaaten, en cambio, opinó que las manos de la figura parecen estar cubriendo las orejas, protegiéndolas de un grito. Pero también podría estar asiéndose la cabeza, gesto clásico de un grito.
 
Al igual que Zondag, Flaaten lo considera mayormente como un grito en la naturaleza y, a su parecer, la figura personifica el grito. Cree que lo importante es que Munch trataba de pintar un sonido, una idea que fascinó a su círculo de artistas y escritores, que también trataron de hallar los medios de oír colores.
 
“El artista pudo haberse inspirado en muchas imágenes y sonidos, que combinó en una pintura”, piensa Soerensen. “Se ha convertido en un icono. Es notablemente fácil de comprender... ¿Grita u oye un grito? ¿Acaso importa?”, cuestionó.