La cinta, rodada en video digital,  narra la vida de la primera médica
y sufragista del país, la lojana Matilde Hidalgo de Procel.

¿Qué habría sucedido si en vez de contar con un elenco amateur, todo el equipo de la película  Matilde, la dama del siglo, hubiera sido profesional? ¿Qué habría ocurrido si la protagonista de la cinta hubiera mostrado una actuación más convincente, más natural? ¿Qué producto se hubiera logrado con un guión más ambicioso, menos lineal? Pues quizá un apasionante filme, tanto como la vida misma de la lojana Matilde Hidalgo de Procel, a quien el cineasta ecuatoriano César Carmigniani pretende rendir homenaje con esta cinta, que se exhibe en Guayaquil en las salas de los Supercines.

Son una hora veinte minutos  los que el realizador invierte para mostrar las hazañas de esta pionera ecuatoriana: primera médica, primera sufragista, que es una de las mujeres más destacadas (o quizá las más destacada) del país en el siglo XX y a quien la historiadora Jenny Estrada Ruiz mostró en la biografía Matilde Hidalgo de Procel, una mujer total, en 1981, libro que va por la sexta edición.

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Rodada en video digital, la película tiene como escenario el Parque Histórico Guayaquil, que simula ser la Machala de 1924, donde Hidalgo, con sus  25 años, se presentó para exigir su derecho al sufragio; su Loja natal; Cuenca, donde estudió la carrera de medicina, y Quito.

 María Rosa Romero, quien no es actriz pero es lojana al igual que Matilde, interpreta a la médica en su etapa adulta. La firmeza para conseguir sus propósitos, su admirable disciplina, sus momentos de debilidad, los prejuicios de la sociedad que la rodeaba, el machismo, el ambiente del Ecuador de principios del siglo XX, han tratado de incluirse en esta cinta, y pese a ello no logra convencer ni conmover. Talvez porque no se va al interior del personaje, sino que se queda en la superficie. ¿Debilidad de la  dirección, de la  actuación, del guión?

Los no actores, las personas comunes a quienes los directores recurren con frecuencia en los últimos años, han edificado  filmes memorables. ¿Recuerdan, por si acaso, Historias mínimas, de  Carlos Sorín, o La vendedora de rosas, de Víctor Gaviria? Los personajes de estas cintas se interpretaban a sí mismos frente a cámara y el resultado era conmovedor.

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Los de Carmigniani caracterizan a otros, habitantes de una época que quizá les sea lejana. Mérito del director es el escogimiento de Matilde Hidalgo como tema para una película. Una mujer que le recuerda  a las nuevas  generaciones que el sufragio femenino, que  el acceso al estudio no fueron siempre un patrimonio de las mujeres. Que hubo gente como ella que desbrozó camino para que ahora todo eso parezca algo normal.