Después de que Harry Potter invadiera las librerías y los cines del mundo convirtiendo a un niño mago y huérfano en un ícono de grandes y chicos, otras mentes han incursionado en esos terrenos. Así nos llega ahora Una serie de eventos desafortunados, lúgubre e inusual nombre para un filme que en inglés va precedido por Lemony Snicket, que es el seudónimo del autor de los cuentos originales, el norteamericano Daniel Handler. A diferencia de Potter, los libros han tenido muy poca difusión en el mercado hispano y es así que la película viene empujada por la participación de Jim Carrey, como un archivillano con varias metamorfosis.

Jim no es Lemony Snicket en la película. Ese personaje le toca a Jude Law, del que solo escuchamos la voz y algunas apariciones en silueta, a la manera de un narrador de la acción, porque la típica abuelita que nos contaba las historias de la infancia ahora da paso a personajes más oscuros. Lemony es un escritor con una percepción tan trágica de la vida que bautiza a sus protagonistas –tres niños huérfanos– con el nombre de Baudelaire, sin duda para hacer una conexión con Charles Baudelaire, autor de Las flores del mal, esos aberrantes poemas de la literatura francesa.

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En una divertidísima introducción la película comienza con las aventuras animadas de un pequeño duende que sale más bien del Disney de Blancanieves. Enseguida, Lemony con voz muy grave cambia el rumbo de todo explicándonos que nada es así en la realidad y abruptamente entramos en materia: comienza Una serie de eventos desafortunados. Después de un incendio donde mueren sus padres, los niños Baudelaire –Violet, Klaus y Sunny– son entregados a la custodia de un repelente pariente muy lejano, el Conde Olaf (Carrey). Este siniestro personaje es interpretado por Carrey como si fuera un Nosferatu vestido para un acto de circo.

Tanto Violet (Emily Browning) a sus 14 años, como Klaus su hermano de 12 (Liam Aiken) despliegan una energía a prueba de los aspectos más terribles de la existencia. Violet es una inventora en potencia que utiliza cualquier elemento para salir de los peligros. Klaus ha leído todos los libros de la inmensa biblioteca de su padre –incluyendo  tratados filosóficos– y su memoria los puede rescatar también en momentos críticos. Y Sunny (fantásticamente interpretada por mellizos) en sus pocos añitos tiene unos dientes que le permiten colgarse de la mesa del comedor sin tener que usar sus manos. Los Baudelaire se escapan del Conde y van donde otros parientes, cada uno más exótico que el otro: el tío Monty (Billy Connolly), un coleccionista de serpientes y la tía Josephine (Meryl Streep en una aparición sorpresiva), una viuda con fobias desmesuradas que vive en una casa suspendida en un acantilado. El Conde Olaf aparece entonces en otras transformaciones para capturar a los sobrinos y quedarse con su fortuna.

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El director Brad Silberling ha creado un mundo pérfido y artísticamente elaborado en las imágenes de Emmanuel Lubezki, el famoso director de fotografía que Tim Burton también utilizó en Sleepy Hollow. Sus increíbles imágenes salen de una era victoriana en Inglaterra que de repente entra a otra dimensión cuando el Conde Olaf se detiene en su Plymouth en un soda bar de los años cincuenta en EE.UU. La dirección artística es uno de los puntos cruciales de esta original versión cinematográfica de unos cuentos para niños del internet. Tengo mis dudas de que ellos se diviertan mucho aquí, a pesar de los exagerados arrebatos de Jim Carrey y el espectáculo visual. Pero hay un final feliz, a pesar de todo.