El escritor peruano Mario Vargas Llosa fue nombrado este jueves doctor Honoris Causa por la universidad de la Sorbona de París, al igual que dos premios Nobel de Literatura -el húngaro Imre Kertesz y el italiano Dario Fo-, el intelectual brasileño Cándido Mendes de Almeida y la escritora canadiense Margaret Atwood.
 
Vargas Llosa aprovechó su discurso para rendir un homenaje a la literatura francesa, y también para evocar su estancia entre 1958 y 1966 en París, y subrayó que nunca había sido tan feliz como en esos años.
 
Evocó su experiencia entonces como periodista, que le permitió asistir a debates políticos de altura o a discursos memorables del escritor y político André Malraux.
 
Señaló que fue en París donde se convirtió en latinoamericano y aludió a sus afinidades intelectuales, que primero se decantaban por el filósofo y padre del existencialismo Jean-Paul Sartre, pero que después viraron hacia el escritor Albert Camus.
 
El escritor peruano -que tiene también nacionalidad española- indicó que aunque nunca había sido alumno oficialmente en la Sorbona, sí que acudió como alumno libre a escuchar a algunos intelectuales, aunque abandonó esta costumbre por "asfixia" por el movimiento deconstruccionista de Jacques Derrida, que le llevó por reacción a los autores clásicos.
 
También evocó la historia de un antepasado suyo que, según le contaba su abuela era un liberal y que un día salió a comprar el periódico y no volvió nunca. Luego supieron que se había ido a París "a pervertirse".
 
El profesor de literatura comparada de la Sorbona Stéphane Michaud, especialista en Flora Tristán -un vínculo de unión con Vargas Llosa- fue el encargado de presentar al escritor peruano, del que destacó su "generosidad".
 
Mendes de Almeida marcó sus diferencias intelectuales con Vargas Llosa al alabar al sociólogo francés Jean Baudrillard, uno de los representantes actuales del deconstruccionismo y de las teorías de la posmodernidad, al que calificó como la personificación del universalismo francés en la actualidad.
 
Darío Fo aprovechó su discurso, entre otras cosas, para lanzar varias cargas en profundidad contra el actual primer ministro italiano, Silvio Berlusconi.
 
Imre Kertesz fue el único que no habló en francés -lo hizo en húngaro- y se dedicó a evocar las tragedias de la Segunda Guerra Mundial, y en particular del Holocausto de los judíos.