Hace cuatro años, cuando se estrenó la Los padres de ella (Meet the parents), encuadramos a sus principales protagonistas: el enfermero Greg (Ben Stiller), algo torpe, experto en enredarse en situaciones absurdas, enamorado de la encantadora Pam (Teri Polo); Jack (Robert de Niro), su futuro suegro, un agente jubilado de la CIA, su abnegada esposa y una fauna humana envuelta en la avalancha de disparates.

En esta continuación Greg y Pam están a punto de casarse, y los padres de él planean conocer a sus futuros consuegros, afincados en una cómoda residencia veraniega. Y hasta allí se dirigen. La familia, y por decisión de Jack, hará el periplo en una impecable casa rodante dotada de comodidades y también de chasis reforzado, vidrios a prueba de balas y un dispositivo secreto desde el que este personaje, sin poder olvidar su paso por la CIA, puede comunicarse con sus ex compañeros de espionaje.

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La aventura se desarrolla sin problemas hasta que Jack, excesivamente conservador y formalista, descubre que sus consuegros son un padre liberal que abandonó su carrera de abogado para cuidar de su hogar (Dustin Hoffman) y una desinhibida terapeuta sexual que atiende a jubilados (Barbra Streisand), y que viven en un ambiente tan distendido como desordenado. La historia entonces se encarrila en el sendero de la comedia desenfadada con algunos toques de humor y certeros diálogos que provocan sonrisas sin mayores esfuerzos.

Los responsables de esta secuela, quienes obtuvieron enormes ganancias con el primer filme, no desearon obviamente apartarse de esta fórmula exitosa y elaboraron un guión simpático, con algunos destellos de ingenio dedicados al gran público (claro, ese que sigue pensando que Locos por Mary es una obra maestra de la comedia). El director Jay Roach, ya experto en estas peripecias familiares –él mismo realizó la primera parte de esta historia y dirigió la absurda serie de Austin Powers– no tuvo mayores dificultades en convertir al relato en un agradable entretenimiento apoyado en todas las convenciones exigidas por esa receta intrascendente que el cine de Hollywood sabe dar a estas producciones. Si bien el filme fue cuidado por una impecable fotografía, es en el reparto actoral donde se ofrecen sus mayores virtudes. Tanto Robert De Niro, en la piel del ex agente de la CIA que descubre escandalizado a una inesperada familia, como Ben Stiller, el comediante de moda que felizmente aquí deja de lado sus guiños exagerados, supieron encarnar con soltura a la pareja protagonista; en tanto que Dustin Hoffman y Barbra Streisand, como los padres del joven, aportaron al juego frescura y destreza sin caer en la banal caricatura. El resto del elenco acompañó sin fisuras a estos tinglados que ya convirtieron a Los Fockers, la familia de mi esposo (Meet the Fockers) en una saga de merecido éxito, aunque no haya en ella nada de original (recordemos un éxito tan histórico como El padre de la novia, con Steve Martin). En realidad toda la película transpira alegría y buen humor, seguro que el mismo que sentían los protagonistas al rodarla. De este modo la cinta funciona durante casi todo el metraje, es suave, agradable, divertida. Poco más se puede pedir a Los Fockers, la familia de mi novio, entrega que seguramente se olvidará tan rápido como se ha visto. No es mucho más, pero sería injusto no reconocer el óptimo funcionamiento del producto. Eso sí, algunas bromas privadas se disfrutarán mejor si se conoce la primera parte, la muy similar Los padres de ella.