En tiempos normales no sería necesario rebatir un razonamiento tan absurdo. A los ladrones no se los proclama inocentes cuando alguien le robó antes a la misma víctima y esta no se quejó. Pero la mayoría gobiernista, por lo visto, ha resuelto que solo respetará la ley de talión: ojo por ojo, diente por diente, sin importar el daño que eso pudiese causarle a la sociedad.