“Hay Ddemasiado Howard Hughes en Howard Hughes, ese es el problema”, reflexiona la actriz  Katharine Hepburn, quien en la cinta El aviador es caracterizada por otra actriz: Cate Blanchet. Esta frase de Hepburn bien puede tomarse como el eje de la cinta sobre el cineasta y  magnate de la aviación estadounidense   que  realizó el  director  Martin Scorsese y que está  nominada a  once premios Oscar de la Academia Cinematográfica.

Un intenso Leonardo Di Caprio personifica a  Hughes, un hombre   visionario, pionero de la aviación, conquistador de mujeres,  excéntrico, devoto de la  asepsia y al límite entre la cordura y la locura.

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El aviador se ambienta en las primeras décadas del siglo XX, cuando mucho estaba por inventarse.  La toma inicial es la de un Howard Hughes niño, que es aseado por su madre, en un ritual de purificación, pero también de adoctrinamiento: el mundo es sucio, lleno de enfermedades, nunca estarás a salvo.

A los pocos minutos el ambiente y la época cambian. Se ve a un Hughes joven, vehemente y heredero de una gran fortuna, cuyo sueño es filmar la mejor película de esos tiempos y construir el más grande avión. Ambiciona  cumplir todo lo que se propone. Posee  dinero para comprar objetos, para ir   tras su vocación  y para pagar el intelecto y el trabajo de  los que pueden apuntalar sus ideas.

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Hughes se convierte en una figura pública. Hace películas, fabrica aviones y disfruta de la compañía de elegantes   mujeres, en especial  la de Katharine Hepburn, una de las actrices de la época.   Los flashes de los medios de comunicación lo persiguen. A  la par que asciende a  celebridad y que  sus negocios se amplían, sus obsesiones crecen, al igual que su sed por  las divas del cine (por ejemplo Ava Gardner), lo que hace que  Katharine corte el romance con él.

Las escenas en las que acaricia los aviones, desliza sus manos por la superficie y palpa con sus yemas los  detalles, lo muestran en un éxtasis  similar y quizá hasta superior al de sus encuentros amatorios. Allí    se resume su vida. Allí toman sentido las palabras de Katharine Hepburn.

El personaje de Di Caprio se transmuta a lo largo de la cinta. El joven ambicioso, el hombre que construye y vuela el gran Hércules   y  se enfrenta en una lucha de poder por el monopolio de la aviación, viaja  a situaciones extremas: lava sus manos hasta hacerlas sangrar, permanece encerrado en una habitación desnudo, recoge su orina en botellas y más excentricidades.  Y pese a ello  tiene  momentos de alta brillantez, como cuando acude a la Corte, acusado de usufructuar dinero del Estado para  sus negocios. Allí devela su lado vulnerable, pero también  los intereses perversos y las manipulaciones  que se ocultan tras las leyes,  las acciones y  las decisiones aparentemente patrióticas o cívicas.

El aviador es un filme  que mantiene atento al espectador, no obstante  sus casi tres horas de duración. Hay pasajes lentos, pero  otros de fuerte adrenalina. Hughes (Di Caprio)  es un personaje que seduce. La película se exhibe hoy en los  Supercines y Cinemark, en  la Muestra del Oscar.