Conmocionados por el drama del albergue de Todolella, donde 18 personas murieron asfixiadas el domingo por un escape de gas, toda la provincia de Castellón (este de España) despidió este lunes a las víctimas en un sentido funeral.
Cuatro pantallas gigantes fueron instaladas ante la iglesia de Santa María del pueblo de Morella para permitir a los asistentes que no pudieron entrar al templo seguir la ceremonia, oficiada por el obispo de Tortosa.
Familiares, amigos y habitantes de los pueblos vecinos, muchos vestidos de negro y llorando, dieron su último adiós a los fallecidos en Morella, de donde eran originarios dos de los muertos, tres más lo eran de Villafranca del Cid, tres eran de Burriana...
El príncipe Felipe y su esposa, Letizia Ortiz, figuraban entre los asistentes a la ceremonia fúnebre, en la que tres féretros, cubiertos de rosas rojas, representaban a todas las víctimas. Otros oficios religiosos se celebraron simultáneamente en los diferentes pueblos de donde eran originarios las víctimas.
Vestidos con abrigos negros para combatir el frío, los jóvenes príncipes saludaron a las autoridades que esperaban ante la puerta de la iglesia y después entraron para abrazar a las familias, situadas en primera fila.
El gobierno estaba representado por la vicepresidenta primera, María Teresa Fernández de la Vega, y el ministro de Administraciones Públicas, Jordi Sevilla. Numerosos políticos y dirigentes valencianos, entre ellos el presidente regional, Francisco Camps.
Las víctimas pertenecían a un grupo de una cincuentena de amigos que se habían dado cita en la noche del sábado en el pequeño pueblo de Todolella -de menos de 150 habitantes- para festejar los 50 años de uno de ellos, Bartolomé Meseguer.
Habían elegido el albergue de San Cristóbal, un edificio del siglo XV en lo alto de una loma a unos 3 km del pueblo. Según las autoridades locales, se les había advertido que la calefacción no funcionaba y habían llevado estufas de gas butano.
Tras la fiesta, la mayoría volvió a su casa, pero 20 se quedaron: Bartolomé y su esposa en una habitación y otras 18 personas --11 hombres y siete mujeres-- en un dormitorio en la parte baja.
Ahí fueron víctimas de la "muerte dulce": la asfixia por inhalación de monóxido de carbono, debido al mal funcionamiento de las estufas.
Javier Gallart, que había estado en la fiesta pero había vuelto a su casa hacia la medianoche del sábado, tuvo que volver para identificarlos: "Era horrible. Algunos estaban tirados en tierra, otros en sus camas. Estaban todos muertos".
Toda la provincia de Castellón guardó el lunes a mediodía un minuto de silencio.
Francisco Camps subrayó que había recibido sentidos mensajes de toda España. El rey Juan Carlos le telefoneó, al igual que el jefe del gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, para expresarle sus condolencias.
Las víctimas tenían entre 17 y 43 años, según las autoridades locales. El joven de 17 años acababa de entrar en un grupo de rock que tocó durante la fiesta y cuyos cinco miembros murieron en la tragedia. Estaban a punto de sacar su primer disco titulado "Miseria y compañía".