La sombra del viento, del escritor español Carlos Ruiz Zafón, es una novela sobre una novela. Considerada por la crítica internacional como popular por el éxito que ha alcanzado, es un misterio literario ambientado en la Barcelona de la primera mitad del siglo XX.
En alrededor de 450 páginas transcurre más de una novela, en una simulación, evocada por el propio autor en algún momento del texto, de aquellas muñecas rusas que albergan en su interior otra muñeca y esta una más pequeña, y así sucesivamente hasta cinco y seis muñecas.
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Es comprensible el éxito de esta obra, tercera de Carlos Ruiz Zafón, un escritor español de cuarenta años y residente en Los Ángeles, Estados Unidos. Comprensible porque, a pesar de su complejidad, todo transcurre en forma lineal y a partir de un argumento cuasi policial, lo que ha llevado a la crítica a hablar de una “novela popular”.
Solamente que el tejido del misterio no es una sucesión de crímenes que se entrelazan, sino una urdiembre de novelas y de historias de una España esperpéntica, aquella que pintó Francisco de Goya en su obra negra, o recreó Ramón de Valle Inclán en su Corte de los milagros; y en un periodo histórico particularmente oscuro en la España dominada por Francisco Franco y una “neoinquisición” católica: 1945-1955.
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Todos los escenarios de la obra son alguna versión de la ruina y el deterioro, desde el palacete abandonado por una familia de la nobleza que cayó en desgracia hasta el asilo de ancianos Santa Lucía, “un cubículo miserable cortado entre muros de gruta supurantes de humedad, de cuyo techo pendían cadenas terminadas en garfios” donde el protagonista buscará a un testigo clave de la trama.
La historia comienza cuando un adolescente, casi un niño de once años, Daniel Sempere, se apasiona por una novela, La sombra del viento, escrita por un tal Julián Caxal, rescatada por Daniel del Cementerio de Libros Olvidados que constituye el negocio de librero viejo de su padre, y decide dedicarse a buscar otras novelas del autor. Solamente que el ejemplar que encuentra Daniel Sempere es el único que existe, porque alguien –acaso el propio protagonista de La sombra del viento– fue haciendo desaparecer todos los ejemplares para que no quede huella de él ni del autor que lo recreó.
A partir de allí, esta novela es el proceso para desentrañar otra novela, detrás de la cual se oculta un autor de quien no se sabe cuándo murió, si volvió a su Barcelona natal “después de muerto” o si se quedó tocando un piano en un burdel de París: Caxal.
Cada personaje que Daniel encuentra en la búsqueda de noticias y rastros de Caxal testimonia de algún modo la enferma cotidianidad de una España que salió de la guerra civil para vivir décadas de dictadura y fanatismo religioso. Desde aquella belleza ciega de la que el adolescente se enamora, hasta la anciana aya remontada en un altillo del asilo de ancianos, pasando por intelectuales pobres en extremo, mendigos sabios, habitaciones repletas de crucifijos, mujeres guardia reinando en conventillos, caserones abandonados por familias que huyeron de la guerra, una traductora venida a menos “viviendo en las sombras” y que acabará entregando la que, tal vez, es la clave de la intriga, personajes tétricos convertidos en legendarios y crueles inspectores de la policía franquista, gentes sobre cuyo destino nunca se supo más.
Hacia el final, frente a una Barcelona que se le aparece a Daniel Sempere como “el mayor espejismo del universo emergiendo del estanque de las aguas del puerto”, Fermín, el mendigo que Daniel convirtió en su cómplice, resumirá el sentido profundo de la novela: “Esta ciudad es bruja, ¿sabe usted Daniel? Se le mete a uno en la piel y le roba el alma sin que uno se dé ni cuenta”.
¿Qué ha ocurrido? ¿Qué descubrió Daniel Sempere cuando, devorado por la ansiedad, concluyó la lectura de un manuscrito que le entregara la traductora que vivía entre sombras? ¿Era su propia historia o la historia del otro: Julián Caxal? ¿Eran las dos la misma historia o no existió ninguna?
¿Estamos ante varias novelas, o la misma que se envuelve como una sierpe en su propio cuerpo? ¿Estamos ante dos protagonistas, Daniel Sempere y Julián Caxal, o ante uno solo?
¿Fue todo producto de la imaginación del adolescente que descubrió la novela La sombra del viento en un oscuro y polvoriento anaquel?
¿Cuál fue la verdadera suerte que corrió el autor de La sombra del viento y por qué alguien quemó todos los ejemplares existentes? ¿O acaso el propio autor es el protagonista de su novela y el encargado de quemar todos los ejemplares?
¿Existió aquel escritor fantasma que pasaba las noches prendido a un piano en un burdel parisino?
¿Existió la corte de personajes esperpénticos que rodean la historia de Julián Caxal y Daniel Sempere?
¿Quién existió y quién no existió, finalmente, en este encantador juego de sombras?
La reseña periodística de un libro no debe ir más allá. El resto sería convertirse en un delator.