Cuando Alejandro Magno tenía 27 años había conquistado el 90% del mundo conocido, había cruzado las fronteras trazadas por Aristóteles, y su nombre invocaría para siempre a una de las figuras más legendarias de la historia de la humanidad. Una vida épica traducida a la pantalla en una película de la misma envergadura que 2.000 años después no ha podido superar un último escollo: la nueva moralidad reinante en Hollywood, escandalizada ante la bisexualidad de Alexander retratada en ella. “Estamos hablando de una cultura diferente en la que ni tan siquiera puedes decir que Alejandro Magno fuera gay. Ese es un concepto mucho más moderno”, se defendió el director Oliver Stone de las críticas que han fustigado a su cinta desde su estreno en Estados Unidos.