El caso de Adriana Iliescu de 67, la rumana que se convirtió el domingo pasado en la madre más vieja del mundo al dar a luz una niña en un hospital de Bucarest, ha desatado una fuerte polémica en este país de población muy religiosa.

Después de un tratamiento hormonal de nueve años para eliminar los efectos de la menopausia y fertilizada in vitro en el hospital de Giulesti, Iliescu, calificada por sus conciudadanos o de “muy valiente” o de “irresponsable”, esperaba para febrero gemelas.

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“No vivirá para ver crecer a sus hijas”, la han criticado comentaristas en varios periódicos, mientras que otros han publicado opiniones de ginecólogos que consideran grande el riesgo para la madre.

La Iglesia Ortodoxa se pronunció ayer contra “este acto egoísta contrario a los preceptos cristianos”, mientras que algunos políticos se lamentaron de que en Rumania no haya una ley que reglamente el asunto.