Para las dos viudas y la esposa de uno de los tres supuestos desaparecidos del caso Fybeca esta fecha será inevitable sentir la ausencia de sus respectivas parejas.  Este día buscarán llenar ese vacío junto al amor de  sus hijos y el apoyo de otros familiares.

Vélez: Mi hija es el mejor aliciente
La del 2002 fue la primera y última Navidad que Dolores Vélez pasó junto a su esposo, el pastor evangélico Carlos Andrade.

“Yo tenía un mes de embarazo. Cenamos en nuestra casa y por sorteo decidimos que el 25 de diciembre del 2003 pasaríamos con mi familia y el Año Nuevo con la de él”, relata mientras sus recuerdos dibujan una pequeña sonrisa que ilumina su rostro.

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Los planes no se concretaron. Andrade murió abaleado el 19 de noviembre de ese año, durante un operativo policial que frustró un asalto a la farmacia Fybeca de la Alborada, mientras él compraba los  pañales para su hija que había nacido tres meses antes.

Después de llorar tanto, Vélez, de 30 años, se refugió más en la religión evangélica y en su familia con la que  habita desde hace un año en Bastión Popular, al norte de Guayaquil. Sus padres y hermanos, junto a su hija, Karla, de un año, han sido el aliciente en estos últimos meses y lo serán también  en estas fechas especiales como Navidad y Año Nuevo.

Y, aunque es evidente que no ha dejado de sentir el dolor por la pérdida de su esposo, Vélez parece más tranquila cuando tiene delante de sí a Karlita, como la llama cariñosamente, porque la considera como la semilla que dejó su cónyuge.

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“Él (su esposo) no está muerto. Está vivo en nuestra hija y algún día nos veremos”, señala mientras observa las fotos del matrimonio de ambos y mima a la pequeña de ojos negros y mejillas redondas.

Con ella, sus padres y  hermanos, pasará en estos días de fiesta sin dejar de lado el recuerdo de su amado esposo, dice Vélez.