El ex cantante y líder del grupo The Doors, quien falleció el 3 de julio de 1971 en París, cumpliría hoy 61 años.  El también llamado Rey Lagarto nació el 8 de diciembre de 1943 en Melbourne, Florida, EE.UU.

Lo más probable es que Jim Morrison haya muerto por alguna sobredosis de heroína o ahogado en su propio vómito por la adicción que tenía con las drogas y el alcohol. Y aunque la versión “oficial” dice que su deceso se produjo por un paro cardiaco (provocado seguramente por aquellos excesos), lo que no queda claro es si fue accidental o suicidio, tras 33 años de su fallecimiento el 3 de julio de 1971 en un apartamento parisino que compartía con Pamela Courson, su mujer, quien murió tres años después.

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Morrison tenía  27 años cuando Courson lo encontró muerto en su bañera, con la cabeza hacia atrás.

Aunque nació en Melbourne, una localidad de Florida, Estados Unidos, un día como hoy, hace 61 años, los restos mortales de James Douglas Morrison (su nombre completo) reposan en el cementerio francés Pére Lachaise sitio que es tan visitado (como la mansión del también fallecido Elvis Presley en Graceland) por sus seguidores de cuatro generaciones.

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Quienes pasan los cuarenta años recuerdan a Jim Morrison como el controversial y provocador cantante del también legendario grupo The Doors, como aquel tipo melenudo que vestía pantalón negro de cuero, insultaba a los policías y bailaba como indio navajo durante sus conciertos. Pero el Rey Lagarto, como él mismo se había proclamado, fue más que eso. Fue un tipo muy complejo, quizá con una niñez conflictiva y traumática, que se reflejaba en su forma acelerada de vivir.

Conflictiva porque siempre se negaba a relatar sobre sus padres, tanto que durante las primeras entrevistas que concedió como cantante de The Doors, dijo que estaban muertos. Solo se conoció que su padre fue un almirante de la Marina estadounidense.

Traumática posiblemente por aquel viaje hacia Nuevo México en que vio indios muertos, cerca de un camión accidentado. Aunque Morrison tenía 4 años cuando observó aquella escena, quedó para siempre en su memoria y marcó su vida al punto de decir que el espíritu de uno de esos indios atravesó su cuerpo. Aquel antecedente lo registró el cineasta Oliver Stone, durante la película biográfica de The Doors, en 1991 (protagonizada por Val Kilmer y Meg Ryan).

Más que un cantante (la crítica nunca consideró que tuviera buena voz), en realidad Morrison fue un poeta que trató de transmitir sus mensajes a través del grupo The Doors. Y aquellas líricas surgieron de sus poemas que apuntaba en libretas, inspirados en los textos que leyó del alemán Friedrich Nietzche, el francés Arthur Rimbaud y el británico William Blake, sus influencias. De hecho, el nombre The Doors para la banda fue tomado de una cita de Blake que en español se traduce como: “...cuando las puertas (the doors) de la percepción se abren, la realidad aparece tal y como es”.

Morrison nació con el arte, de una u otra forma tenía que explotarlo, en el cine, el teatro, la poesía o la música. Y su primera intención fue estudiar cine en la Universidad de Los Ángeles, California (UCLA), donde le presentaron a Ray Manzarek (nacido el 12 de febrero de 1935 en Chicago, Illinois), quien después se convirtió en el teclista de The Doors.

Y lo de la música fue una casualidad o más bien una insinuación de Manzarek, quien le dijo que si no sabía tocar algún instrumento, que simulara hacerlo. Por esa razón Morrison se negó al principio, pero en 1965 (luego de dejar la universidad porque consideró que allí no interpretaron bien su arte) volvió a encontrarse con Manzarek en una playa para la formación de la agrupación que completaron Robbie Krieger, el guitarrista y a la vez bajista (nacido el 8 de enero de 1946 en Los Ángeles, California), y John Densmore, baterista (1 de diciembre de 1945, también en Los Ángeles).

Aunque la banda alcanzó la etiqueta de leyenda, el camino para que los productores aceptaran su música fue difícil, especialmente por las líricas controversiales de Morrison en canciones como The end, en la que emite groserías contra los padres lo que reflejaba un poco la conflictiva relación que probablemente tuvo con ellos durante su infancia y que se negaba a relatar.

“Father? Yes, son? I want to kill you. Mother, I want to... ¡fuck you! (padre? Sí, hijo. Quiero matarte. Madre, quiero... ¡púdrete!).

La insistencia del grupo y de su explosivo cantante convenció a Jack Holsman, quien en la década del sesenta era presidente del sello Elektra, que había rechazado cuatro veces a Morrison y compañía. Y Holsman los llevó al estudio para la grabación del disco  The Doors, de 1967, en el que constan canciones célebres como Break on trought (to the other side) y Light my fire. Fue el primero de los seis álbumes que Morrison dejó como legado con la banda.

Tras aquella grabación el perfil encandaloso del poeta rebelde del rock se acentuó más durante sus presentaciones en vivo a las que muchas ocasiones aparecía borracho y drogado. Bailaba como indio o insultaba, hechos que lo enfrentaron frecuentemente con la policía.

Y aquellas acciones de Morrison en el escenario incitaban a la desinhibición de su público, que también se emborrachaba, drogaba e incluso se desnudaba, durante los últimos años de una década (la del sesenta) en la que todavía se conservaban los valores morales en las familias estadounidenses.

Pero su conducta conflictiva no era solo durante sus actuaciones. Era también en su vida privada, como la ocasión en que intentó quemar a su novia Pamela dentro de un clóset. Así fue la vida acelerada de Jim Morrison, un poeta rebelde del rock, que solo vivió 27 años y que tras su muerte alcanzó el título de leyenda, igual que sus contemporáneos Jimi Hendrix y Janis Joplin.