El papa Juan Pablo II, en un gesto de amistad con la iglesia ortodoxa, entregó ayer los huesos de dos santos de la primera época de la cristiandad que hace siglos fueron traídos a Roma desde la antigua Constantinopla.

El Vaticano dijo que la devolución de las reliquias de los santos forma parte de los esfuerzos del Papa para promover la unidad entre los cristianos, y rechazó cualquier insinuación de que estuviera pidiendo perdón por el hecho de que los cruzados se hubieran apoderado de los restos (entonces custodiados por la iglesia ortodoxa) y los trajeran a Roma.

La Santa Sede retendrá una pequeña parte de las reliquias.

Publicidad

Durante una visita a Roma en junio pasado, el líder ortodoxo solicitó la devolución de las reliquias de los patriarcas San Juan Crisóstomo y San Gregorio Nacianceno, que fueron arzobispos mucho antes de que se dividieran la iglesia de Oriente y la de Occidente hace casi 1.000 años.

El frágil Pontífice dijo que la ceremonia era una ocasión bendita para purificar nuestras heridas del pasado y para fortalecer nuestro camino hacia la reconciliación.

El patriarca ortodoxo Bartolomeo I dijo que la devolución reparaba una anomalía y una injusticia eclesiástica y que era una muestra de que no hay problemas irreparables en la iglesia de Cristo.

Publicidad

Tanto Bartolomeo I como Juan Pablo II han hecho énfasis en la reconciliación entre sus iglesias, que se dividieron en 1054 debido al creciente poder del papado.

Los ortodoxos dicen que las reliquias fueron retiradas de Constantinopla, ahora Estambul, cuando los cruzados saquearon la ciudad en 1204. Sin embargo, el Vaticano sostiene que los huesos de uno de los santos, Gregorio, fueron llevados a Roma por monjes bizantinos en el siglo VIII.