Tres investigaciones se abrieron por el caso Fybeca y ninguna de ellas dio paso a sentencias para los policías que dispararon contra el cliente y el mensajero de la farmacia, así como tampoco investigó la presunta desaparición de tres personas.

Insistentes reclamos por falta de justicia en el caso Fybeca, hubo ayer, frente al Palacio de Justicia, Ministerio Fiscal del Guayas y Gobernación.

Los protagonizaban Dolores Vélez y Dolores Briones, las viudas de las víctimas casuales (Carlos Andrade Almeida y Guime Córdova), así como Dolores Guerra, la esposa de un posible desaparecido (Johnny Gómez Balda).

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Hoy se cumple un año del operativo policial que dejó ocho personas muertas (dos de forma casual) y tres declarados desaparecidos por sus familiares.

Luego que Amnistía Internacional informó ayer en la mañana, en la Universidad de Guayaquil, sobre “las promesas incumplidas por las autoridades ecuatorianas que han permitido que por el fuero policial muchos delitos queden en la impunidad”, las Dolores, junto a familiares y amigos de las víctimas, realizaron una marcha de protesta.

Y desde las 14h00 se instalaron en vigilia y con ayuno, en la farmacia Fybeca de la Alborada, en el sitio donde hace un año se desarrolló el operativo policial.

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Dolores Vélez y Dolores Guerra pregonaron sus reclamos ante los empleados de la farmacia Fybeca y afirmaron que se quedarán afuera de ese local hasta hoy al mediodía.

Caso Fybeca, un año de incógnitas

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Hoy hace un año convergieron en forma trágica los destinos de 49 personas en la farmacia Fybeca de la ciudadela Alborada.

De ellos, 17 eran empleados, uno era un cliente que iba a comprar pañales; diez  sujetos que presuntamente iban a asaltar el local, de quienes seis tenían un largo historial delictivo; 20, policías que supuestamente se dirigían a otro operativo, pero que al ver el atraco decidieron desviarse y controlarlo; y uno era un ex agente que asegura que también quiso colaborar.

Lo que ocurrió dentro de la farmacia solo lo saben ellos, de hecho los que sobrevivieron luego de la operación policial, en la que ocho resultaron muertos, seis que fueron declarados antisociales por la Policía; el cliente Carlos Andrade, de 32 años; y el mensajero del establecimiento, Guime Córdova, de 29; así como tres que siguen presuntamente desaparecidos: Johnny Gómez (31), César Mata (33) y Erwin Vivar (33).

Ese día, también hubo una persona detenida acusada del asalto fallido a la farmacia. Una mujer, Seydi Vélez, de 22 años, sobrina de Vivar, quien afirma que fue secuestrada y obligada por los antisociales a cometer el atraco.

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Ella cuenta que a las 06h30 iba junto a Vivar en un auto de la empresa de taxis privados para la que laboraba como chofer, hacia la central de esa compañía, donde aplicaría como telefonista.

Según su versión, Vivar se parqueó en una esquina de los Sauces y fue a hacer una llamada en una cabina, cuando llegó un auto blanco del que se bajaron tres hombres, uno agarró a Vivar y dos se subieron al carro donde ella estaba y se la llevaron.

Los testigos

La mujer asevera que esa fue la última vez que vio a su tío, ya que los sujetos la encañonaron y obligaron a que los ayudara en un asalto, lo  que por temor hizo.
Ante la Policía, uno de los guardias de la Fybeca, Wester Cevallos, indicó que eran las 07h10 cuando un auto Honda blanco se estacionó al pie de la farmacia, se bajó un hombre y lo apuntó con un arma de fuego. “Me hizo caminar aproximadamente un metro y medio hacia adentro”, señaló.

Cevallos agregó que enseguida entró una mujer, a quien luego identificó la Policía como Seydi Vélez, acompañada de un individuo. “Ellos gritaron: ¡Quietos, esto es un asalto!, yo me iba a arrojar al suelo, pero el que me apuntaba me dijo: tú no”, añadió.

Mientras esto ocurría, la mujer subió a la planta alta de la farmacia y amenazó a los empleados. Juan Mayorga Morán declaró que mientras despachaba medicina para la planta baja vio a la joven que “tomó las radios del área de mensajería y las carteras de sus compañeras”, y luego bajó. “Conocí que fue detenida”, acotó.

Al mismo tiempo, Cevallos añadió que el delincuente que lo tenía apuntado lo llevó nuevamente a la puerta principal, donde observó que “llegó un carro tipo jeep del cual se bajó un hombre”. “Al momento que se acerca a la puerta, me empuja y le bloquea la mano, lo bota al piso cayendo bocabajo y le dispara”, indicó.

Otro de los testigos, Santo Quimís Pionce, declaró a la Policía que a las 07h15 ingresaron de cuatro a cinco personas y uno de ellos lo golpeó y lanzó al piso.

“Los delincuentes decían: ya viene la Policía, y comenzaron a correr de un lado a otro, y posteriormente escuché disparos; cuando levanté la cabeza sentí que algo me quemó por el lado de la oreja izquierda y el pecho”, aseguró Quimís, quien resultó herido y fue llevado a una clínica.

Natividad Peña, otra de las empleadas de Fybeca, declaró que había estado trabajando desde el día anterior (18 de noviembre) y que debía de salir a las 08h00 del 19, pero que a las 07h10 estaba en el fondo de la planta baja cuando un sujeto la llevó hasta la parte delantera del local donde otro individuo rebuscaba los cajones del escritorio del administrador, David Santos, quien era llevado al primer piso por otro hombre.

Esto lo vio el operador de telemercadeo de la farmacia, Jorge Baque, quien además dijo que cuando atendía una llamada telefónica de un cliente observó a su compañera Wendy Gómez subir las escaleras, mientras una mujer la perseguía con un cuchillo. Esto lo confirmó Gómez, quien especificó que cuando estaban bocabajo se oyó un tiroteo.

Mientras tanto Peña, quien estaba en la planta baja, en cuclillas y con las manos cubriéndole el rostro, especificó que “luego de unos diez minutos aproximadamente terminaron los disparos”.

Tanto Peña como Mayorga, el guardia Cevallos y el resto de empleados de Fybeca, declararon que luego de que culminó la acción policial fueron trasladados a la bodega de la farmacia, donde permanecieron “algún tiempo”, hasta que fueron trasladados a la Policía Judicial del Guayas (PJ-G) para rendir declaraciones.

El personal estuvo en la bodega, mientras los agentes del Servicio de Inspección Ocular Técnica (SIOT) de la Policía realizaba el reconocimiento del lugar y de los cadáveres. De ellos, dos estaban al pie del auto Honda blanco (José Cañar y Jasmany Rosero); un tercero (Raúl Salinas), a la derecha de la entrada a la farmacia; dos (Miguel Quishpe y el cliente Carlos Andrade) cerca de las cajas registradoras; otros dos (el mensajero Guime Córdova y Richard Tello), en el extremo derecho del local; y el último (Genry Aguiar), cerca de la salida lateral izquierda del establecimiento.

En ese momento, Andrade y Córdova fueron vinculados por la Policía con el resto de fallecidos que pertenecían a una banda de asaltantes peruanos. Incluso junto al cadáver de Andrade (el cliente) estaba una granada. Después, la Policía se retractó y reconoció que Andrade, quien recibió ocho balazos por la espalda, y  Córdova, tres tiros, no eran antisociales sino víctimas inocentes.

Cuando el SIOT revisaba los cadáveres, afuera de la farmacia dos mujeres, ambas llamadas Dolores (Vélez y Briones) y vestidas con blusas iguales, lloraban con gritos desgarradores. “¡Él no era ningún delincuente, él era cliente! ¿Qué han hecho, Dios mío, qué han hecho?”, gritaba Dolores Vélez.

Ella dijo que su esposo, Carlos Andrade, había salido a comprar pañales para su hija Carla, y como estaba demorando acudió a la farmacia, donde un guardián le comentó del asalto y los disparos. La mujer corrió para encontrarse con una barrera policial que le impidió la entrada.

De igual forma, Dolores Briones se lamentaba porque sabía que entre las víctimas estaba su esposo Guime Córdova. “¡No puede ser, no puede ser!”, sollozaba desesperada cuando finalmente sacaron su cadáver.

Mientras, un hombre que era detenido por la Policía fue fotografiado por un reportero gráfico de este Diario, cuando era llevado con el rostro cubierto por una camiseta hasta un vehículo Nissan Pathfinder rojo. A los dos días se supo que el capturador era Érick Salinas, un ex policía.

Los desaparecidos

Al mediodía el coronel Fausto Flores, en ese entonces jefe de la Policía Judicial del Guayas (PJ-G), en rueda de prensa en el cuartel Modelo comunicó los resultados del operativo en la farmacia, que fueron transmitidos en los noticieros de televisión.

Además de los ocho muertos y la detenida Seydi Vélez, la Policía mencionó la retención de tres autos, uno de esos era un Chevrolet Swift negro, placas GHE-613, de Johnny Gómez. Sin embargo, no informó de la detención del individuo. Flores en comunicación telefónica con este Diario negó la aprehensión, pese a que había una foto que la confirmaba.

Por los noticieros, la esposa de Gómez, Dolores Guerra, se enteró del operativo y la retención del auto de su marido, y empezó a buscarlo. Ella indicó que la mañana del 19 de noviembre, Gómez (quien se dedicaba al comercio de carne en el camal) salió de su casa en la Floresta para buscar unas medicinas en la Alborada, las cuales iba a llevar a su mamá.

Antes de las 07h00, Gómez pasó a recoger a César Mata por su casa en Esmeraldas y Callejón Parra, según Heidi Camacho,  la mujer de Mata. “Ese día, César cumplía 33 años y tenía planeado hacer una comida”, añadió.

Camacho señaló que César iba a pedirle a un amigo del camal (Gómez) que le consiguiera chuletas a buen precio para la fiesta de la noche. Ella sabía que Gómez y Mata eran conocidos y que hace años solían jugar fútbol. Sostuvo que César salió con su hijo Miguel Ángel, de 6 años, y en el auto de Gómez lo llevó a la escuela.

La mujer explicó que una hora después recordó que no le había dicho “feliz cumpleaños” a su esposo y lo llamó al celular. Ella afirmó que le contestó un hombre con acento serrano y le dijo “anda búscalo a la morgue”.

La madre de Mata, Pilar Valenzuela, destacó que a las 10h00 de ese día recibió una llamada de una ex mujer de César, Ana Salvatierra, quien vive en Nueva York, y le contó que también lo había llamado al celular para felicitarlo, pero que un hombre que se identificó como Pepe le contestó: “anda búscalo a la morgue o a la PJ”. Ante esto, Iván Mata fue a buscar a su hermano, pero no lo encontró allí y regresó a su casa.

Luego, Pilar Valenzuela partió hacia la Policía Judicial del Guayas para averiguar de su hijo.

Paralelamente, la familia de Seydi Vélez también había visto el noticiero. Inmediatamente, Mireya Vélez, esposa de Vivar y tía de Seydi, dice que llamó al celular de Erwin. Según la versión de Mireya, Erwin le contestó llorando: “Estoy preso, salven a Seydi, cuida a mi hijo porque me van a matar. Me van a quitar el celular”.

Al igual que Valenzuela, Guerra acudió a la Policía Judicial del Guayas (PJ-G). Ella sostuvo que llamó al celular de su marido, pero que este estaba apagado. Guerra resaltó que antes se presentó en el cuartel Modelo, pero que de allí la mandaron a la PJ-G.

Cuando eran las 18h00, Iván Mata estaba en su casa viendo el partido Ecuador vs. Perú, cuando, según su versión, recibió en su celular la llamada de su hermano (César), quien le dijo: “Me quieren matar, estoy en un Rodeo rojo. Llama a la prensa, estoy en la PJ”. Luego, Iván Mata salió de la casa y tomó una buseta, pero minutos después recibió otra llamada en la que supuestamente César le susurraba: “Iván no llames a este celular, me quieren matar”.

Tras esperar toda la tarde, a las 19h00, Dolores Guerra se sentó afuera de la PJ-G con su hijo, Johnny (6 años), en las piernas y empezó a llorar desesperada. Ella sostuvo que en ese momento timbró su celular y que reconoció la voz de su esposo que le dijo: “Mija, mamita, ayúdame, ayúdame, estoy al fondo de la PJ, me quieren matar”.

Guerra indicó que la llamada se cortó, pero que segundos después entró una nueva llamada en la que su marido le pidió: “Ayúdame, busca a la abogada, llama a la prensa, me quieren matar, estoy en una Blazer roja”.

La fotografía

Allí se encontraron Dolores Guerra, Iván Mata y su madre Pilar Valenzuela, los tres compararon sus historias y se percataron que Johnny Gómez y César Mata habían estado juntos durante esa mañana y que si el carro de Gómez había sido retenido por la Policía, entonces dónde estaban ellos. Ante esto, los familiares denunciaron las desapariciones en la Fiscalía adjunta a la PJ-G.

Al día siguiente, 20 de noviembre, la foto del detenido no identificado por la Policía apareció en Diario EL UNIVERSO. Al verla, Guerra afirmó que ese hombre de rostro tapado era su esposo Johnny Gómez, por lo que se dirigió nuevamente a la PJ-G, donde le volvieron a decir que él no estaba detenido. Iván Mata señaló que también fue a preguntar por su hermano y que allí le dieron la misma respuesta que a Guerra.

La única detenida por el caso Fybeca, Seydi Vélez, indicó que el día del operativo, luego de que supuestamente fue obligada a asaltar la farmacia Fybeca, un policía llamado Ramón o Ramoncito la llevó hasta su casa en un Nissan Pathfinder rojo, en el que estaban dos hombres, uno con la cara tapada, y allí le dijo que debía mentir para ayudarla, pero que luego de las 23h30 la encerraron en los calabozos de la PJ-G.

Un año después, la versión de las desapariciones aún es negada por la Policía, que los declaró (a Gómez, Mata y Vivar) prófugos de la justicia. Y las muertes del cliente y el mensajero de la farmacia consideradas casuales.

LEA MAÑANA: Habla Seydi Vélez, detenida por el caso Fybeca.

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